percepción y pantalla

Interrogantes.
¿Qué cambia en el arte la mediación de la pantalla? (la percepción del objeto, el objeto mismo, la relación con el espectador, el juicio de valor, etc.) Respuesta, que, por un lado, requiere emprender una indagación de la naturaleza y estructura de la percepción humana, y, por otro lado, una meditación alrededor de las implicaciones en la vida, para bien o para mal, de los dispositivos tecnológicos de comunicación e información de los que en la actualidad hacemos uso para casi todas las actividades que realizamos día a día. Así, que sin mayor preámbulo contextualicemos la cuestión.
De forma inmediata e impresionista y con matices de ironía, la respuesta a la pregunta formulada, a expensas de una mejor fundamentación más adelante, es, a saber: ¡Cambia todo! El acto mismo de la percepción se modifica radicalmente al ya no depender de la relación tradicional entre el objeto y el sujeto.
La pantalla, asumida como una metáfora para explicar el proceso de sentir, pensar, expresar y producir las formas de ser del hombre en el mundo contemporáneo. La pantalla, no como superficie de cristal líquido o espejo en donde se refleja o representa la imagen de la realidad, sino, como realidad misma, puesto que la pantalla es ya la realidad misma. Es decir, ya no como un instrumento a través del cual se representaban y validaban las concepciones del mundo que los sujetos elaboraban, sino ahora, como el mundo mismo. Universo que se auto determina, auto regula, auto justifica y auto legitima. Quizás, irónicamente, la pantalla como expresión de todos esos anhelos, sueños, utopías e ilusiones precisamente de autonomía jamás alcanzadas por el sujeto o las sociedades tradicionales.
Obviamente, una mejor respuesta a la presente interrogación requiere un rodeo que permita contextualizar y sobre todo mostrar la génesis sobre cómo ha tenido lugar el desplazamiento o acción de percepción humana suscitada por el viejo enlace entre el sujeto y el objeto, ahora, hacia puramente Medial. Imaginen ustedes a la percepción, y con ello a las relaciones humanas, en modalidad pantalla. ¿Es posible tal situación?
El hecho de que en la actualidad el medio es lo esencial en la constitución de la percepción es un resultado histórico al que han llegado las fuerzas del desarrollo social y cultural. Ahora mismo el medio es la pantalla. La presencia nuestra ahora en este instante se encuentra entrelazada mediante la dualidad cercanía-lejanía en la superficie plana, pero sin horizonte ni profundidad, de la pantalla. Aquí, la cercanía es ilusión, la lejanía es realidad. Es decir, el hecho de que estemos face a face, cara a cara, no implica de ninguna manera el conocimiento cierto de uno y otros y viceversa; el conocimiento implica, desde luego actos de convivencia y de comunicación, etc.; de allí, que la pantalla sea una metáfora de la cercanía, o sea, la proximidad es más distante que nunca, es decir, que la lejanía reúne a la distancia, pero solamente en su falsedad. Hoy tales medios son objetos tecnológicos, dispositivos y redes de índole comunicativa e informativa.


La relación hombre - naturaleza.
Hay que partir de cómo es que damos cuenta de las cosas a nuestro alrededor, ya que, percibir es advertir la presencia y ausencia de las cosas a nuestro alrededor e indicar el lugar en el que nos encontramos como sujetos, es decir, desde la relación que guardamos o establecemos con el exterior, el entorno, medio o con el mundo.
Empecemos por lo más general, o sea, por lo más visible o común a todos. Es decir, lo que ninguno de nosotros, ustedes y yo, podemos dejar de tomar en cuenta, es, aquello que no podemos obviar: en definitiva, que estamos en la naturaleza, que somos naturaleza y a la vez "algo más". Lo cual es sorprendente y admirable, también.
Así, entonces, podemos apuntar aquí, que naturaleza es todo aquel conjunto de cosas no hechas por la mano del hombre; que naturaleza es el entorno que envuelve o circunda las actividades que individual y colectivamente desarrollan los seres humanos. También se puede expresar que la naturaleza son todas aquellas circunstancias en las que y a través de las cuales el hombre resuelve o satisface sus necesidades vitales cotidianamente.
Filosóficamente, se puede señalar que la naturaleza es aquello que está pleno, lleno y suficiente. A lo que no le falta ni le sobra nada. Es decir, lo que ya es, ha sido y será. Aquella entidad que cuantitativa y cualitativamente no cambia, y que, sin embargo, su apariencia es la diversidad y pluralidad de seres en transformación permanente. Por tal estructura, quizás las ciencias ni los saberes fácticos se han aproximado mínimamente a su esencia. Por supuesto, la razón hace ver que la naturaleza se comporta o funciona bajo leyes independientes la voluntad humana. La naturaleza se asume como el Fundamento, Sustancia o Principio organizador de todo lo que existe.
Cercanamente, es evidente que la naturaleza está constituida por Cosas. Esto es, lo que hay en la naturaleza son cosas. ¿Qué son las cosas? Las cosas se definen como aquellos entes materiales que poseen propiedades que las hacen ser tal y como son, de tal manera que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Quizás sea lo más cierto que hay en el universo. Cuando las cosas se dan o aparecen frente al hombre entonces las cosas se convierten en objetos y el hombre los aborda fenoménicamente.
De tal manera que con la intervención humana las propiedades de las cosas se vuelven cualidades (gustativas, olfativas, visuales, auditivas, táctiles), lo que significa que, ahora las cosas son frías, calientes, opacas o brillan, etc., y se les da una utilidad y un valor. Todos los objetos tienen un valor de uso. Es decir, satisfacen una necesidad humana. Sin los objetos el hombre no podría sobrevivir. Y esto es lo interesante, pues precisamente, eso "algo más" que es el hombre respecto a la naturaleza es la percepción. No hay objetos, ni mundo, al margen de la percepción humana.
Idea y estructura de la percepción humana.
El hombre se relaciona con la naturaleza mediante un acto de percepción y también a través de un proceso de trabajo. Si se dan cuenta, aquí yace la unidad o relación de pensamiento y práctica, o praxis como se le suele designar desde ciertas corrientes de pensamiento filosófico. Esto nos hace distintos a la naturaleza en sí y a la vez nos diferencia específicamente de todos los demás seres. Es lo que nos convierte en humanos.
Al elaborar representaciones del mundo el hombre rebasa las condiciones y exigencias materiales, pues, a diferencia del animal es capaz de sobrepasar la esfera de la sobrevivencia y recrear las formas más sublimes de existencia para lograr calidad de vida; esto lo hace porque siente, piensa, expresa y produce. Cuatro funciones naturales que se conjugan en la percepción humana, también calificada como subjetividad.
Ontológicamente, la subjetividad es el modo dable de ser del hombre en el mundo; el trabajo de la percepción no sólo abre una dimensión epistémica, moral, estética, sino también existencial, dado que constituyen la manera en que los conceptos ponen de manifiesto sus contenidos respecto a la forma común de ser y el modo individual de existencia. De tal manera o de ahí, que el hombre realice actos de elección por esto o aquello, que permanentemente se encuentre en situación y ejercicio de la libertad; en un proceso de extrañamiento ante lo ajeno, pero también ante sí mismo, al cuestionar o interrogar por la mismidad, la finitud y el sentido de su ser en el mundo. Angustia, nausea, nihilismo, aperturas de la existencia con las que el hombre se topa al auto percibirse. Florecimiento de la grandeza humana, pero también de temor, temblor e incerteza frente al todo y a la nada, a la vez.
La estructura de la percepción humana está organizada a partir de los siguientes elementos:
Los sentidos: conjunto de órganos que le permiten al hombre captar estímulos e impresiones provenientes del exterior y que posteriormente son ordenados y jerarquizados por cada uno de los cinco sentidos humanos y que a la postre se especializan en determinadas experiencias y clasificación de sensaciones; su función no se reduce a sólo la captación sensitiva y pasiva de los estímulos externos, también, es parte de esta función todo lo relacionado a la emotividad, los instintos, las pulsiones y los sentimientos.
El pensamiento: capacidad que tiene el individuo para representar abstracta o conceptualmente la realidad. Pensar es ante todo elaborar representaciones, es una actividad cognitiva. Cualidad que permite modificar la realidad bajo un plan o proyecto. El ser humano no hace nada que no sea proyectado por el pensamiento, aunque, lo pensado sea lo último que se realice.
La expresión: exteriorización a través de diversas formas de lenguaje lo sentido, lo pensado, lo vivido. Expresar los significados de la realidad a través del uso de signos o de un código simbólico e interpretarlas a la vez, es una disposición con la que el hombre cuenta. Nadie más. El hombre es el único ser al que le es posible crear una narración acerca de lo que sueña, desea, piensa y hace.
El trabajo o producción: capacidad que tiene el hombre para transformar de modo consciente la realidad. El hombre habita el mundo tanto por el pensar y el construir, estamos aquí para cultivar, sembrar y cosechar cosas buenas, bella y verdaderas, esto tal vez, derive en una existencia de calidad y de paz social. Seguramente.
El objeto tecnológico y la mediación de la pantalla en el acto de percepción.
En la actualidad se celebra el gusto por el objeto tecnológico, que se ha convertido hoy en día en el "medio" de la percepción humana. En el horizonte histórico, antiguo y moderno la experiencia frente al arte, particularmente de lo bello, fue siempre un evento; lo sagrado y el misterio acontecían en el aparecer metafórico del mito, para la edad clásica antigua así acontecía; la unidad de lo divino se revelaba en la multiplicidad de las formas en la alegoría y analogía, así lo experimento la edad Media; el ser y la verdad, al no ser adicionales, devenían identidad en el concepto, de esta manera lo atestiguo la Modernidad. Entonces, en el trecho de la experiencia histórica frente a lo bello, se puede vislumbras que la belleza era un asunto de la negatividad, es decir, del pensar, en donde el sujeto, conmovido o vulnerado por aquello que lo tocaba hasta los más íntimo, recreaba el mundo y la conciencia de su existencia mítica, religiosa, poética y estéticamente.
En la actualidad, la percepción de lo bello resulta satinada cuando se le resta toda negatividad. En la medid en que la percepción es llevada a actuar desde la esfera de una estructura tecnológica, cuyo entorno es el ciberespacio y su categoría es el simulacro, lo bello se agota, a decir, de Byung-Chul Han en el "me gusta". Un expresión que muestra todo el vació y "anestización" de la sensibilidad, o sea, del sentir, del pensar, del expresar. Aquí, no hay sacudida. "La cultura del "me gusta" rechaza toda forma de vulneración y conmoción[1]. El "me gusta"[2] como el "Wow" o el "Hashtag" no son, para el filósofo coreano, otra cosa sino la evidencia de que la experiencia ante lo bello está paralizada. Como gran parte de la vida también esta anestesiada por el consumo, lo banal, lo superfluo y el aburrimiento profundo.
La red digital -pantallas o ventanas (windows) interconectadas- es el nuevo contexto y medio de percepción, no solamente para el campo de las artes, sino, en general, para todas las actividades humanas; desde aquellas conocidas como elaboraciones teóricas (conjunto de actividades de carácter reflexivo, teórico, especulativo, crítico y argumentativo: humanísticas y científicas), pasando por aquellas denominadas como prácticas especializadas y que hacen referencia al conjunto de actividades institucionales (economía, salud, deporte, educación, política, jurisprudencia, comercio y diversión, etc.) mediante las que la sociedad lleva a cabo sus procesos de convivencia y de comunicación y, las acciones propias de la vida cotidiana, es decir, aquellas acciones, hábitos, costumbres y tradiciones que marcan el ritmo e inercia de los día a día de los individuos. Al igual que en estos espacios, en el terreno del quehacer artístico también, seguramente, se producen cambios en el modo de percibir, producir y valorar al momento en que la pantalla se convierte en la panacea de la percepción humana contemporánea.
La condición de la mediación de la pantalla, no solamente para el caso del arte, presenta rasgos nunca antes advertidas en la cultura. Lo que provoca un nuevo rumbo de las actividades. El hecho, por ejemplo, de tomar una clase o de participar en una teleconferencia a distancia obliga a comprar un equipo de última generación con: alta capacidad de procesadores para correr la información; conectividad inalámbrica Wi-FI a velocidad de la luz; puertos USB Typ-C en número de entradas en una computadora; Bluetooht y los sensores habituales en Tablets y la cada vez más posibilidad de equiparar soporte para banda ancha móvil; dispositivos con cámara trasera para tomar imágenes, la frontal para videoconferencias y tareas de autentificación; incluso, o sea, comprar un equipo para las tareas académicas, en el que no sea necesario el uso de contraseñas, iniciando sesión con reconocimiento facial o de voz. Ante todo, esto, la percepción humana cada vez en mas es mediada por las tecnologías de la comunicación e información. En concreto, la pantalla tiende a ser vista como realidad o la realidad como pantalla en donde suponemos que lo presentado (virtualmente) es más real que lo real.
La percepción mediada por la pantalla.
La percepción mediada por la pantalla, en el arte y en cualquier otro espacio de actividad humana, exige que la vivencia real sea tan idéntica a la virtual. De no será así, es casi seguro que la imagen virtual -ofrecida a la percepción- sea más seductora y "apantallante" que las propiedades físicas. Es como si la imagen de las cosas, superaran en cualidades y en posibilidades a las cosas mismas y a las personas también. Triunfo de la apariencia sobre la realidad. Manifestaría Jean Baudrillard.
Sin duda alguna. Por supuesto que hay diferencias radicales entre percibir o dar cuenta de las cosas, como dicen los filósofos, del mundo, mediante los sentidos naturales y los dispositivos de comunicación y de información de los que hoy día hacemos uso, al modo de sentidos digitales.
Si, tradicionalmente, en la producción de objetos -incluidos los artísticos- a fin de resolver necesidades vitales el hombre hace uso de instrumentos y herramientas, estos, en cierta forma son una extensión de los sentidos (gusto, olfato, tacto, visión y audición); la función de los sentidos básicamente es la de organizar los estímulos que capta el hombre para generar sensaciones y con ello contenidos empíricos que el entendimiento interpreta y significa, y que más tarde, valorara y podrá en práctica en cada una de las situaciones que el sujeto enfrente en la vida diaria. Cuando la pantalla se coloca como mediación entre el objeto y el sujeto (mundo-hombre) entonces ésta desplaza a ambos. Sustituye el trabajo de cognición y de comprensión del sujeto y vacía o le quita las cualidades al objeto para convertirlo en mero dato, es decir, en información. En esto consiste la digitalización de la realidad. Digitalizar es, ante todo contar. La percepción contemporánea descansa en los dedos que digitan. Digitalizar es desmaterializar, descorporizar, es eliminar la pesadez de las cosas y de los cuerpos, su masa, su peso específico, su vida propia y su tiempo propio, y dejándolas disponibles en todo momento. También los amigos de las redes sociales son, ante todo, contados y sin cuerpo. Son fantasmas, apariencias; entidades numéricas. La amistad, como la historia, por el contrario, son narraciones.
Así que ante la interrogante de ¿Qué cambia en el arte la mediación de la pantalla? Lo que se puede decir es que ante todo, hay una transfiguración radical en el propio acto de percepción. Una inversión epistemológica. Se pueden deducir no solamente para el terreno de las artes las consecuencias de tal inversión. Principalmente para la misma percepción, pues, a decir de Benjamín Valdivia:
Con las tecnologías informáticas y digitales se trastocan las formas, hábitos y rituales de la percepción. La grandiosidad de la naturaleza superaba con creces la escala humana, y eso era sublime, ya por integración o ya por separación. Con la tecnología, se transforman no sólo aquellos modos de captar, sino también las categorías para su comprensión. Y es que los aparatos traducen o sustituyen la percepción directa. La tecnología conlleva un proceso de desublimación.[3].
La pantalla como estructura de la percepción.
Habría que decir, en verdad que la pantalla en nuestros días ya no es una simple mediación, sino que ha pasado a convertirse en la propia estructura de la percepción. En forma y en contenido. En principio de realidad.
En la actualidad, es un hecho, nadie tiene duda de que lo que pensamos, sentimos y expresamos está enlazado (conectado) a una realidad donde los contenidos de la percepción están soportados por redes tecnológicas: computadoras y lenguajes de programación. Protocolos de comunicación, aplicaciones, etc., de tal manera que la percepción se recrea desde una Red Universal Digital, es decir, un organismo electrónico, gigantesco por su extensión y operativamente invisible, que ha crecido y soporta cada día más funciones y aplicaciones, es lo que se llama Ciberespacio, o Realidad Virtual, generando la necesidad de la mediación de la pantalla entre el mundo y el individuo, condición en la que los contenidos de sentido dependen más de las posibilidades (tecnológicas) estructuradas en los medios de comunicación (televisor, iphone, tablet, laptop) que del lado del objeto y del sujeto. Es cierto, la percepción contemporánea, está mediada por dispositivos o medios tecnológicos.
El medio es el mensaje, decía Marshall McLuhan. Ni el sujeto ni el objeto como fundamento, sino el Medio. Lo que permite el medio, por cierto, no es una percepción de las cualidades esenciales de los objetos en base a un esfuerzo lógico, cognitivo o epistémico por parte del sujeto, sino simplemente el consumo de signos de imágenes de las cosas: datos, información que han sido generados mediante algoritmos y aplicaciones, haciendo o creando la ilusión en el sujeto, de que es él quien genera el conocimiento o quien decide y dirige el rumbo de la sociedad. La percepción humana ha sido intervenida por la pantalla. De pronto, la pantalla (el dispositivo o medio de comunicación cada vez con mayor velocidad para procesar información, mayor capacidad para almacenar datos, alta fidelidad y definición) resulta más seductor que el objeto y más inteligente que el sujeto. No cabe duda, la pantalla apantalla. Acaba por convertir a los usuarios en narcisos, pero sin ninguna ninfa que los salve. La imagen suplanta a la realidad. Como las Selfies.
[1] Chul-Byung.Han. La expulsión de lo distinto. P 117.
[2] "El me gusta es el amén digital. Cuando hacemos clic en el botón de me gusta nos sometemos a un entramado de dominación". Véase, Chal-Byung Han, Psicopolítica, p. 26.
[3] Valdivia, Benjamín. Sentidos digitales y entornos meta-artísticos, p. 62. Universidad de Guanajuato 2009