Sonido y sonoridad

Oído y
fonación.
"El mundo está abierto sólo a la cabeza abierta y las únicas aberturas de la cabeza son los sentidos" "El pensamiento encerrado en sí", aislado, no encuentra nunca, por mucho que se esfuerce, "un acceso al objeto, al ser" ( L. Feuerbach.)
Está claro que hoy, más que en ninguna otra edad cultural el hombre tiene a su alcance un gran arsenal de recursos, de potentes aparatos y dispositivos de alta fidelidad y definición, sofisticadas tecnologías de comunicación en información, fundamentalmente electrónicos e inalámbricos para investigar, escuchar cercana y lejanamente los sonidos que a él llegan desde todos los rincones del universo al alcance.
Una gran y maravillosa innovación del quehacer humano es que tecnológicamente es posible reproducir la fidelidad sonora de épocas anteriores y con ello entender las formas de conducta, valoraciones, gustos y conocimientos de las comunidades humanas anteriores. El sonido también es un buen medio por el cual se puede entender el origen del lugar del hombre en el cosmos y acceder a sus secretos y misterios. Lo audible del sonido también permite reconstruir la unidad de la dispersión del evento singular y primero que dio origen a todo. En el cine, por ejemplo, que se produce y se ve a diario y en las canciones sintonizadas en la radio y en los celulares, etc., se pueden apreciar los problemas, las necesidades, tendencias, aspiraciones y anhelos, así como los valores y las producciones espirituales, arte, religión, ciencia, etc., de una época. Es decir, se pueden comprender y explicar formas de vida sociales y culturales pasadas y presentes, modos de estar y ser del hombre en el mundo, mediante el reporte de la sonoridad correspondiente.
Cada época, como cada individuo oyen y escuchan desde su singular subjetividad lo que la naturaleza deja oír de ella, lo que una sociedad determinada históricamente pone en circulación cultural y espiritualmente y lo que la correspondiente sensibilidad humana es capaz de recrear y resignificar. Quizás el universo se encuentre en expansión permanente por lo que el hombre sabe a través de la sonoridad de éste.
Cada tiempo posee su propia sonoridad, como cada hombre su propio timbre de voz. Toda la gama innumerable de tonalidades, los niveles de frecuencia que la voz humana puede alcanzar, bien puede que sea un símbolo o fiel reflejo de la diversidad del caleidoscopio de galaxias y cuerpos celestes que es el universo, como los mosaicos de los suntuosos y bellos palacios árabes o como la estructura de las hojas de los árboles, las flores y el hombre mismo.
Bien puede que el Todo no sea más que vibración que se trasmite o comunica mediante el sonido para que el hombre halle ahí la sonoridad o se el sentido del Todo. Tanto como cada esfera celeste en el universo emite su propia sonoridad o musicalidad. Esto no es nuevo, ya desde la antigüedad arcaica griega, y seguramente desde mucho antes, se presuponía esta ingeniosa o simple y natural idea. Los pitagóricos, una escuela, fundada allá por el siglo VI. Ac, por Pitágoras, filósofo y matemático y de larga influencia en el pensamiento occidental, interpretan que el espacio interestelar se correspondía con relaciones o frecuencias armoniosas, particularmente musicales que pueden ser representadas numéricamente.
Pitágoras identificó el arjé, es decir, la naturaleza íntima del todo, fundamento y causa de toda cosa, en con el número. El número, no como entidad abstracta, sino como unidad de posibilidad y de relación de todo lo existente. Era en opinión de los pitagóricos, el número, algo concreto y real, una dimensión esencial y espacial de las cosas.
Cualquier figura geométrica, y por lo tanto cualquier cuerpo existente, puede ser pensado como una cantidad finita y numerable de elementos base unitarios: lo números. Todo es número y todo es numerable. El número como expresión o nota sonora de la estructura del universo y de la armonía de los astros, por lo que el número no designaba cosificación alguna, como suele ocurrir en las sociedades moderna y contemporáneas, no tenía un uso peyorativo. En sentido originario, en hombre era una unidad que reflejaba la totalidad del universo o ser. Una de las clásicas ideas de los pitagóricos, para muchos de índole poética o más de la imaginación que, de la razón, que ha prevalecido hasta nuestros días es la cual afirma que los astros producen en su movimiento una música perfecta y divina, literalmente celestial. Ponía de relieve Pitágoras que la distancia entre el sol, la luna y estrellas fijas se correspondía con una octava, quinta y cuarta voz de los siete planetas de la esfera de las estrellas fijas. Aristóteles decía, que la música de las estrellas o armonía de las esferas de la que hablaba Pitágoras no la podemos oír, ya sea porque siempre hemos estado acostumbrados a ella y no la podemos distinguir, o porque el sonido es tan potente que escapa a nuestras capacidades auditivas.
Al día de hoy, en opinión de los astrofísicos, hay la certeza de que se reciben los ecos del Big bang u origen mismo del universo en forma de radiación de microondas desde el fondo del cielo. Tales ondas bien pueden ser representadas como sonidos, y como la experiencia científica dice que la luz suele ir acompañada de ondas sonoras, especialmente al propagarse a través de la materia ¿Quién asegura que no cabe esperar que estemos siendo bañados no sólo de energía electromagnética invisible, sino que el eco de la voz del origen del universo pudiera hacerse audible y estemos inmersos en la gran sinfonía del Ser? ¿Qué tal si en verdad, el Ser o el logos, como asumían los poetas y filósofos arcaicos griegos, se hace presente o se habré por ocasión de lo sonoro al hombre?
Por supuesto, en la percepción del sonido existen condiciones objetivas, tanto del lado de la materia como del sujeto. Al igual que en el problema del conocimiento, ni más ni menos. Por ejemplo, reportes científicos provenientes de la astronomía hacen saber que en diferentes épocas el hombre ha querido oír el "canto" de los planetas, como el de las mismísimas sirenas, por lo que los astrofísicos, metidos a productores musicales, declaran que, mediante ondas de radio capaces de atravesar la envoltura gaseosa de lunas y planetas, un mismo ruido o sonido se oiría de forma distinta en función de donde se ubique la recepción del sonido o el eco de la sonda. Es decir, por un lado, la fuente o causa de sonido, que por lo general es material y por otro, la recepción del sonido por el órgano auditivo y la decodificación del mismo, cuando así es, entonces, el sonido adquiere sonoridad. En términos simples y chatos, pero ciertos, solo hay sonoridad cuando el sonido es oído por alguien, lo cual significa que una gran parte del universo todavía no es atendido por el oído humano.
Una ley universal de la física dice que la velocidad del sonido es diferente en cada atmosfera, es decir, en cada astro, al igual que la frecuencia en cada órgano auditivo humano es relativa. Ata o baja. Explican los físicos que, por ejemplo, en la tierra, el sonido se propaga a 340 metros por segundo en condiciones normales. Esto quiere decir que, sin un rayo golpea el suelo a 10 kilómetros de un determinado punto, se escucha 29 segundos después. En la superficie del planeta Marte pasarían 44 segundos para escuchar el sonido, pues ahí el sonido, se sabe, se propaga 30% más despacio. En Venus, cuya atmósfera es mucho más densa, el estruendo se oiría 24 segundos después del rayo. Y para rapidez, la de Júpiter y Saturno, donde llegaría a nuestras orejas en sólo 12 o 13 segundos, respectivamente. Advertir con esto, entonces que el sonido es material y por tanto objetivo y la sonoridad es correspondiente a la estructura y posibilidades del órgano auditivo humano más toda la carga de significación y sentido que el sujeto pone en la interpretación o decodificación del sonido. En la sonoridad acontece el sentido del sonido.
Tras siglos de descubrimientos, los científicos le han dado la razón a los pitagóricos y a Platón, al menos en parte. El filósofo griego afirmaba que los planetas se movían sobre unas esferas que emitían una música continua. Ahora los cosmólogos han llegado a la conclusión de que el universo es como un inmenso órgano músical. Aparentemente, las galaxias se distribuyen como la materia de una esponja, dejando inmensos vacíos entre unas y otras. En 2002 el astrofísico Jaan Einasto, del Observatorio Tartu en Toravere (Estonia), descubrió que galaxias y vacíos se repiten cada 390 millones de años-luz y dan lugar a una estructura celular. Fue un hallazgo impactante. ¿Por qué existe ese orden? Una posible interpretación es que "el universo primitivo estaba lleno de ondas sonoras que comprimían y rarificaban la materia y la luz del mismo modo que sucede con el aire dentro de una flauta o una trompeta", según explica el cosmólogo italiano Paolo de Bernardis. Si esta suposición es cierta, significa que los microscópicos murmullos generados cuando el universo tenía 300.000 años de edad hicieron que la materia se condensara y diera lugar a las semillas a partir de las cuales, muchos millones de años después, se formarían las galaxias. Así que la vinculación entre el hombre y el universo ésta dada por el sonido. Más específicamente, por la sonoridad.
Recientemente un equipo de astrofísicos ha desarrollado un modelo de ordenador que simula los últimos segundos de la vida de las supernovas, desde el colapso del núcleo hasta la explosión. Y han descubierto que el sonido rige su último estertor. Es decir, esos pequeños ruidos chasqueantes, burbujeantes o estrepitosos que se perciben, por ejemplo, al destapar una gaseosa, o esos ruidos en los pulmones que se escuchan cuando una persona inhala. Se cree que ocurren cuando el aire abre los espacios aéreos cerrados. En el caso de la muerte de las estrellas, los cálculos indican que las estrellas moribundas pulsan a frecuencias sonoras audibles durante una fracción de segundo antes de reventar. Afirman los astrofísicos que "El núcleo más interno empieza a vibrar vigorosamente y, tras 700 milisegundos, la oscilación se hace tan intensa que empieza a generar ondas sonoras de frecuencias entre 200 y 400 Hz, situadas en una octava media de la escala. Estas ondas refuerzan la onda de choque creada por el colapso de la estrella, que acaba por explotar", explica uno de los investigadores, Adam Burrows. Definitivamente, aunque en el espacio no se puedan escuchar nuestros gritos, el sonido gobierna muchos de los procesos más increíbles del universo.
El sonido siempre ha envuelto el estar y ser del hombre en cualquier medio y en todo momento. Los sonidos son independientes a cada individuo más no son ajenos. Las cosas, los astros, las plantas, los animales y las acciones distraídas o no del hombre provocan sonidos. El crujir de la hoja seca cayendo del árbol, el piar de las aves, el roce de las olas sobre las rocas en la playa, el estruendo del trueno después del rayo que raja la oscura noche, el chopo de las gotas de la lluvia antes de la tormenta, la caída incesante del agua en la cascada, el soplo del viento sobre los tejados, el ruido del motor de automóvil, camión o avión, el llanto de un niño ante el helado que se le redite por el intenso calor, los inquietantes pensamientos propios que repiquetean como el tañir de las campanas llamando a la población a la plegaria, etc., los rítmicos latidos del corazón como los tambores en la celebración del carnaval, el disparo de un revolver, el zumbar de un misil cayendo sobre la población civil en las ciudades del este europeo, la explosión mundializada del bombardeo ruso sobre Ucrania, etc. Sonidos todos estos que cobran sentido o cuya intencionalidad es captada una vez que la audición humana se habré ante ellos. Así que, el mundo es sonoro, pero sin audición no hay sonoridad.
El mundo ante el oído humano deja de ser sonido simple o murmullo ocasional para convertirse en algo con sentido. Incluso, el silencio en dado momento ante el oído atento adquiere sonoridad, es decir, sonido y sentido. Como la palabra. La sonoridad puede ser definida como una acción de la subjetividad humana mediante la que se percibe la intensidad del sonido o bien mediante la que el oído humano capta y ordena los sonidos jerarquizándolos entre fuertes y débiles, o clasificándolos entre agudos y grabes, pero también significándolos o comprendiendo el sentido de los mismos. También habría que tener en cuenta la calidad auditiva de cada individuo al igual que el hecho de que la evolución del oído humano es resultado del proceso de transformación de la estructura cultural de la sociedad. Marx hacia saber que los sentidos también son históricos, esto es, resultado del cambio social y transformación de la base material de la sociedad. Lo que quiere decir, que cada época oye y escucha según el grado de desarrollo de los dispositivos comunicacionales a los que las sociedades o culturas dan lugar a fin de que transcurran las formas de convivencia y de producción espiritual.
El hombre es un ser privilegiado por el orden y la función de los sistemas y aparatos orgánicos que lo constituyen, puesto que, le permiten, por un lado, la captación del sonido y a la vez entender o darle sentido al sonido. El hombre posee el órgano de la audición y de la fonación. Mediante el oído tiene lugar la función auditiva del mundo que consiste en el proceso de hacer llegar las vibraciones externas del mundo mediante un proceso de transmisión del sonido a través del oído externo, medio e interno al cerebro. Claro, hay otros elementos como el conducto auditivo, el tímpano, el martillo y el yunque, que forman parte de la estructura del oído humano.
Por otro lado, el hombre puede emitir sonidos con sentido, es decir, palabras. Esto debido a que cuenta con una laringe, esófago, cuerdas vocales, lengua, labios, pulmones, etc., que organizados todos estos elementos constituyen al aparato fonético. Recordemos que la fonación se efectúa durante la respiración, cuando el aire contenido en los pulmones sale de éstos, bajo presión de los músculos abdominales, los intercostales y el diafragma y a través de los bronquios y la tráquea llega a la laringe. Allí cocha con las cuerdas vocales y se produce el sonido base. Sin el aparato fonético no sería posible la pronunciación, la dicción y la entonación de la palabra. En las palabras se realiza la expresión sonora del mundo y del hombre.
Desde luego, la capacidad de entender o darle, sentido a las palabras se debe a una función cognitiva y lógica. Una actividad estrictamente de representación abstracta o simbólica, es decir, actividad del pensamiento. La capacidad de interpretar, juzgar y sintetizar ideas para resolver problemas es una facultad mental o cerebral que por supuesto rebasa su correlato anatómico-funcional. La palabra, al ser también dicción, habla, voz, etc., es medio portable de la sonoridad del ser. Tal vez, de modo similar que el sonido viaja a través de espacio en ondas para ser captado por los oídos, así, también el Ser se transporta en la palabra. Por lo que, el hecho de que la palabra sea el núcleo de la expresión humana no se resuelva desde una investigación física-bilógica, ni neurológica, sino que esto o el problema de la expresión humana tenga que ver más con una razón de orden metafísica y de la ontología. Es decir, resolver el por qué el hombre habla, o sea, por qué el hombre es el ser de la expresión, no bastan las explicaciones mecanicistas y científicas. Las formulaciones metafísicas e incluso religiosas, tal vez esté más cerca de las respuestas de por qué el hombre mediante la sonoridad puede comprender al ser y así mismo.
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Bibliografía:
Nicol, Eduardo. Ideas de vario linaje. Unam. Méx., 1990.
E. Nicol, Metafísica de la expresión. FEC. Méx., 1957.
Bárbara Lovett Cline, Los creadores de la nueva física. FCE., Méx., 2018.
C.
Guthrie W. Los filósofos griegos. FCE., Méx., 2021

El origen sonoro del hombre.
(J. Sabina: ruido)
El hombre habita el mundo rodeado de sonidos ineludibles e involuntarios a él, pero reales. Quizás la razón suficiente de que esto sea así, como lo pensaban los poetas y filósofos arcaicos griegos se deba al acontecimiento originario de que el Ser se expresa para que por la sonoridad el hombre escuche del él. Paradójicamente, en ésta como en otras épocas, pareciera que el hombre no atiende a lo audible. Sino al ruido. Como bien sentenciaba Heráclito, bajo su obscuro estilo; decía él, refiriéndose a la incomprensión de lo esencial por parte de la mayoría de las personas, que, los necios, sobre todo, puesto que ni siquiera están al tanto de sus propias vidas, oyen sin entender y son como sordos; a ellos les va bien el dicho, sentenciaba Heráclito: "ausentes aún presentes". Remataba el filósofo presocrático dejando saber que: "Malos testigos son para los hombres los ojos y los oídos, si el alma no comprende su lenguaje". Por esta razón la filosofía consiste en oír la voz del ser o del logos. Escuchar también es una especie de mirada.
Si los sentidos están donde están debemos pensar que estos no son un accidente en la constitución orgánica del hombre. El cuerpo humano es altamente complejo, es una máquina. Seguramente tienen una finalidad y razón suficiente de hacer lo que hacen. Definitivamente, las funciones auditivas, fonéticas y pensantes hacen posible la comprensión sonora del mundo. La relación del oído, habla y pensamiento son la parte material de la expresión. El hombre, se coloca frente a el mundo en primera instancia por la sonoridad. Es decir, por el sentido encontrado o atribuido a lo escuchado y esto, desde luego, es también expresión.
A la unidad de la escucha, de la palabra y del pensamiento, originariamente los griegos lo determinaron como logos. Si la expresión fuera reducida al mero sonido entonces, en opinión de Eduardo Nicol, "ser y materia serían equivalentes". Habría nada más sonido. Sí así fuera, las palabras estarían de más. Lo lógico sería innecesario. El hombre no tendría necesidad de acordar nada, puesto que no habría interpretación, conversación, diálogo, comunicación, convivencia. Tampoco danza, música, arte, religión, celebración, festividad, etc. En otros términos, el mundo sería mudo.
Dado que, y aunque no sabemos y probablemente jamás lo sepamos, que, junto con la muerte, el origen del lenguaje, son los dos acontecimientos o fenómenos de los que de modo absoluto el hombre ignora todo. ¿De qué modo el Ser se desdobló en algo lógico para producir una existencia y hacer que ésta sea asunto de palabras? Cabe especular, luego entonces, que el origen de la palabra también es un misterio. Lo que contundentemente permite observar, dado que es irrefutable, que el Ser interpela al hombre, o bien, que dialogamos con el Ser. Claro, se puede pensar esta cuestión en términos religiosos, y es válido también. Se puede afirmar lo siguiente: el hombre dialoga con Dios, porque Dios culmina su obra en la palabra humana. En el principio era el logos. El primordial comienzo de todo lo que es y de todo lo que no es. No sabemos el por qué ni el cómo, únicamente que desde su origen es el misterio más grande y digno con el que el pensamiento humano se acompasa. Reverbera.
Ciertamente, algunos animales, sobre todo las aves cantoras, son capaces de producir sonidos dado que poseen aparato fonético. Articulan, repiten o imitan sonidos que parecen cantos como respuestas a una condicionante del entorno natural. Pueden pronunciar cualquier palabra, más no saben que lo pronuncian ni lo que están haciendo, ni muchos menos la sonoridad abre el sentido del sonido para ellos. Algunos animales dan la impresión de reaccionar lógicamente ante el sonido, efectúan un comportamiento reiterativo en relación a los estímulos provenientes del exterior del ambiente en el que habitan, sin embargo, son sonidos y acciones en la relatividad humana sin sentido pues no llegan ser actos genuinos de expresión. Sólo el hombre es el ser de la expresión, pues en él se liga y genera el logos, lo que significa: unidad del pensamiento, palabra y acción. Es decir, comprensión del sentido del sonido. Se produce sonoridad. Los animales, y ahora también muchos hombres son en el sonido, nada más.
Si el sonido como materialidad y la sonoridad como espiritualidad constituyen la estructura del universo, un planteamiento con el cual puede quedar resumida la cuestión aquí presentada es el emprendido por Eduardo Nicol en su libro Ideas de vario linaje, en el capítulo dedicado a reflexionar sobre el lenguaje y en específico a "el origen sonoro del hombre". Nicol se manifiesta bajo el siguiente pronunciamiento: Existió en el universo la materia sin el logos; es decir, el universo era entonces puramente material. Existe todavía una materia sin logos. Pero no puedo haber jamás, ni puede haber ahora, un logos sin materia. El logos, continúa diciendo Nicol, se concentra en una pequeña porción de la materia, y esta concentración permite al ser lógico irradiar desde su localidad definida, y hablar de todo el ser material; o sea, hablar de todo lo propio y de lo ajeno, de lo cercano y de lo remoto en el orden del espacio y del tiempo, y en el orden del ser.
Quiere decir el planteamiento anterior que cuando el hombre se da a la tarea de indagar la materialidad o física del logos, el problema no tiene como respuesta la suposición de leyes o de principios por los cuales explicar con evidencias el proceso de causalidad de cómo lo material requirió de lo inmaterial para autocomprenderse. Idéntico problema de cómo el Espíritu absoluto pudo desdoblarse en naturaleza, en cultura, en historia, en razón, etc., que mantuvo ocupados a los filósofos idealistas alemanes para mostrar el proceso de la autoconciencia universal. Para Eduardo Nicol no hay causas que puedan ser representadas mediante ecuaciones, por ejemplo, para teorizar que de pronto la uniformidad o la diversidad de la materia en el universo sufrió mutaciones o cambios que necesariamente fueron las causantes de la generación de los seres vivientes; en donde uno de los tantos seres vivientes -el hombre- resultó beneficiado o afectado con los órganos de la audición fonación y pensamiento. Sin los cuales, obviamente, no sería posible comprender la sonoridad del ser, o del logos. Para Eduardo Nicol, esto es evidencia de la unidad de la palabra y del pensamiento, sin los cuales no hay lenguaje simbólico. Resultaría, por ende, que El hombre es la voz del ser. Lo que no deja de ser un misterio o acto de imaginación. La imaginación muchas veces se coloca en el centro de las cuestiones, más que las razones o explicaciones científicas.
Sin duda, resulta asombroso darnos cuenta de que la palabra en tanto sonido y sentido sólo ha sido posible en el hombre. ¡Que, maravilla! un ser material y espiritual cuya estructura orgánica y lógica da lugar a que lo estructurado internamente en la sensibilidad pueda ser exteriorizado como sonido con sentido, literalmente como palabra. Hay en la palabra sonoridad, pero también intencionalidad de significación. Desde luego, lo común es asumir que primero es el sonido y luego el sentido. Luego entonces, el origen del hombre es sonoro. El universo como expresión del Ser vía el sonido hasta hallar el medio de comprensión por el cual lógicamente interpretar el sentido del sonido, fundamentalmente referidas a los campos de actividad humana. Claro, la argumentación a toda esta especulación no puede ser más que metafísica.
Eduardo Nicol piensa, al igual que varios filósofos de la antigüedad y de la modernidad, que, En su fugaz existencia, el hombre cumple la misión cósmica de portavoz del Ser. Según Nicol, una misión angélica, en el sentido griego; o sea mensajera; en definitiva, simbólica. La razón humana es símbolo de universo. Cada uno de los actos y manifestación de la palabra es y hay un mensaje del Ser. Como en cada grano de arena, de sal y en cada cristal o gota de agua el universo se replica. Un multiverso en un universo, dirían los cosmólogos. Para Nicol esto es así, porque el Ser habla de sí mismo, lo cual significa también que el ser se habla así mismo. Lo inexplicable es visible, y sólo pueden las palabras alcanzarlo parabólicamente, diciendo que el Ser concedió a uno de sus muchos seres la libertad de ser, que es la facultad de hablar de todo, en nombre del Todo. Y esto que es ontológico manifestado en el logos también es histórico. Es decir, la musicalidad del ser adquiere historia.
Ahora bien, en estos tiempos de mundialización creciente del ruido, de hipercomunicación e información digitalizada, lo palpable es que lo audible del Ser se ha retirado de la existencia de todos los días. De los espacios teórico y prácticos de la vida humana y también la voluntad de escucha en el hombre ha sido recortada y en algunos casos extinguida por el imperio del ruido, que sería una especie de no ser, frente a la sonoridad del ser. La simplicidad y razonabilidad de la palabra ha sido ensordecida, contaminada, apagada, nulificada por el exceso de sonido e información. Desde luego, esto es un grave problema de las sociedades contemporáneas en tanto los actos de comprensión, comunicación y convivencia humanas resultan afectados radicalmente. Lo vivencial de la vida es vaciado por el incremento del ruido en el planeta.
En la presente época en la cual la palabra ha sido atrapada, encerrada y enredada en los sistemas y dispositivos de comunicación e información el peligro del enmudecimiento del hombre y por tanto del Ser no solamente es un peligro anunciado sino un hecho consumado. Definitivamente. En estos tiempos en que los medios de comunicación e información se apropian de la voz de los individuos y la ponen en circulación sin contextos verdaderos e históricos y crean una histeria del grito y del sonidero, hacen de la voz humana un sonido sin sentido. Ruido, ruido, mucho, mucho ruido.
En la sociedad donde la alta fidelidad de los dispositivos de audición, permiten al hombre oír mucho más del mundo, cercana y lejanamente, paradójicamente el hombre escucha menos o, bien, ya no sabe escuchar. O quizás, una vez más, como suele suceder en las sociedades altamente desarrolladas donde las contradicciones del progreso se agudizan, en donde lo natural va siendo desplazado por lo artificial y lo audible por el ruido, el Ser a causa del exceso de publicidad, y mercadología del sonido en el mundo se ha retirado, ha huido nuevamente. Los informes médicos dicen que, fisiológicamente hablando, la exposición prolongada a sonidos intensos provoca daños en las células ciliadas. Como resultado, la capacidad auditiva se va deteriorando progresivamente. Al principio, unas cuantas células no suponen ningún problema, pero a medida que se van dañando más y más, el cerebro se ve incapaz de "completar" la información que le falta. La pérdida de audición ocasionada por la exposición al ruido suele ser mayor a las frecuencias a las que el oído es más sensible, alrededor de 2 kHz. Hercios, que es la nomenclatura de medición de la frecuencia de la propagación de las ondas electromagnéticas.
Estamos hoy en día expuestos al ruido, al sonido sin sentido. Es decir, lo audible, lo escuchable, lo esencial se ha ocultado debido al canturreo, palabrería, sonidero, digitalización y personalización del sonido en el que el Ser ha caído en la presente época del tiempo maquinal e informacional, a causa de que las formas de expresión se han vuelto medios de cosificación, vulgarización y corrupción del Ser. Por ejemplo, en la mayoría de las redes sociales, prensa escrita y espectáculos teatrales, pero también en la academia y en la esfera intelectual lo que se expone ya no es lo audible de la verdad, sino la ocultación de la misma en el mal uso y culto a la maledicencia ¿Qué hay que hacer para volver a escuchar la poli musicalidad del ser?
Cómo recuperar la cualidad de acompasarse con la sonoridad del Ser, a sabiendas de que por naturaleza la combinación sonora es como un prisma, es decir, compleja y dispersa. Es posible en el mundo contemporáneo encontrar la calma, espacio, paciencia, prudencia, etc., para descifrar los acordes que componen la historia de vida de las personas y las ideologías de la sociedad, la acción política y los mecanismos inconscientes, la sensibilidad estética y la producción intelectual de un sujeto social. Cómo encontrar en nuestra época esa nota donde el tono dominante nos permita reconstruir la sonoridad del Ser, entiéndase, lo audible del ser, que en otros términos sería volver a oír de verdades comunes y francas.
Cómo restituirle a la palabra toda su extensión de profundidad, seriedad, honestidad, franqueza, sinceridad y honorabilidad. O sea, su cuádruple dimensión ontológica, lógica, ética y estética. Que, en cierto modo, equivale a restituir lo ancestral, lo arcaico, lo tradicional, lo simple, lo popular. A todas luces, el planteamiento de Eduardo Nicol quizás no sea original ni el único ni el definitivo, sería inusual que así fuera; por supuesto, rasgos similares a este planteamiento efectuado por el filósofo español pueden identificarse en autores de la antigüedad clásica griega, medieval y modernos debido a que en cada uno de los periodos de la cultura el problema y misterio de la palabra ha sido reflexionado, si no fuera así entonces ello hablaría muy mal de todas las épocas y filósofos anteriores. Es cierto, bien puede que no sea un planteamiento novedoso ni nada espectacular en razón de que los asuntos acerca del ser por su naturaleza no pueden ser inéditos ni espectaculares, si así fuera, entonces más bien se hablaría del no-ser.
Lamentablemente, nuestra época maquinal e información en la que existimos confirma que lo audible del ser se ha retirado, tal vez, a la espera de superar la crisis en la que la palabra y la expresión humana ha caído. A las personas les fascina vivir en la red, gustan de perder presencia, peso o extensión cada vez que se conectan a alguna plataforma de relación social donde lo lejanía es verdad y la cercanía una falsedad, tal parece que les fascina el espectáculo de la difamación, de la denigración o el murmurar espaldas o hablar mal del prójimo, con o sin beneficio propio, con motivo y sin motivo. El canturreo, la publicidad, los lenguajes algebraicos del ciberespacio y de las redes sociales son muestra palpables de ello. Ahí no se habla de la dignidad del ser. Todas esas formas de lenguaje se alejan de la verdad audible del ser. No provocan sonoridad sino sonido, o sea, ruido, ruido, mucho, mucho ruido. Como canta J. Sabina: Ruido de tijeras, ruido de escaleras que se acaban por bajar. Mucho, mucho ruido. Tanto, tanto ruido. Tanto ruido y al final por fin el fin. La soledad.
La insistencia de Eduardo Nicol es que a medida en que el hombre retorne o vuelva a hablar bien del ser el ser, entonces, el ser del hombre por tanto se incrementa, pues restituye la dignidad que le ha sido desvirtuada; a medida que el hombre hago uso ético, estético y verdadero de la palabra, éste gana dignidad y honorabilidad. En el plano de la cultura contemporánea significa esto lo siguiente: el hombre ha de aprender a hacer uso ético y estético de los medios de comunicación y de información para restituir las sublimes formas de expresión del habla y de la escritura y evitar que sean los dispositivos comunicacionales los que atrofien la voz, el pensamiento y la escritura. El hombre tiene que recuperar su origen sonoro, que es, volver a dialogar con el ser y con los demás hombres mediante lo audible de la verdad, que es todo aquello que nos es común, que nos hace iguales y diferentes a la vez, que tiene que ver con el respeto de todos los demás. Mediante medidas puntuales y combinando tecnologías, políticas del bienestar, planificación urbana de infraestructura y cambios en el comportamiento moral de las personas, se puede realizar la aspiración que por la cual tanto aposto Eduardo Nicol. Tan simple como esto. Tan simple es todo.
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Bibliografía:
Nicol, Eduardo. Ideas de vario linaje. Unam. Méx., 1990.
Nicol, E. Metafísica de la expresión. FEC. Méx., 1957.
Colli, Giorgio. El nacimiento de la filosofía. Tusquets, Méx., 2010.
C. Guthrie W. Los filósofos griegos. FCE., Méx., 2021.

El misterio de la palabra.
La verdad es bella porque consigue exponer al ser.
¿Por qué? Porque la verdad se busca, y se busca con palabras.
No es asunto de la ciencia ni de cualquier otro
saber tecnificado o instrumental.
(Eduardo Nicol)
En las presentaciones anteriores de esta serie: Sonido y sonoridad, con la primera parte, Oído y fonación, tanto como con la segunda, El origen sonoro del hombre y ahora esta tercera, El misterio de la palabra, la intención fundamental ha sido la de trazar la idea de que el hombre es el ser de la expresión, y acaso el único en el universo cuyo privilegio es ser portavoz de la resonancia cósmica del Ser a través del sonido con sentido, en tanto el hombre fue diseñado, provocado o simplemente resultado con los con la facultad de la cognición, pero también con los órganos y funciones de la escucha y del habla, o sea, con la palabra, como la gran síntesis del universo. Dicho ontológica y metafísicamente: el hombre es símbolo del Ser, la razón humana es expresión del logos universal.
Decimos que la forma esencial de la expresión está dada en la sonoridad y en la representación gráfica y escrita de la palabra y teniendo a la vista que la palabra también es voz, habla, dicción, pronunciación, representación simbólica o acto lógico que se exterioriza esencialmente a través de la metáfora y de los conceptos como modos de expresión en los que el hombre encuentra su razón de estar y ser en el mundo hacen de la palabra un misterio. Tal cuestión al ser ontológica requiere, para su indagación, por tanto, una vía metafísica, es decir, una metafísica de la expresión.
En la expresión encontramos la clave para la explicación de todo lo humano: de su ser y devenir; de su diferencia con lo no humano, de su acción y todas las posibles cualidades estéticas, religiosas, éticas, políticas, etc., de esta acción, y finalmente, de la conciencia, ciencia he historia misma. En la expresión se condensa, en efecto, la estructura compleja, integral e irreductible del ser del hombre, fenomenológica, dialéctica, hermenéutica, analítica, etc., La expresión, en síntesis, por ejemplo, para Eduardo Nico, es una categoría que abarca: presencia, comunicación, lenguaje, verdad, historicidad, libertad. Todo lo que el hombre es y no es cabe en la expresión. Todos estos rasgos o caracteres de la expresión Eduardo Nicol nos lo hace saber en su texto de Metafísica de la expresión (nueva versión). México. FCE. 1974. P. 89). Desde luego, conviene tener en consideración que, en el pensamiento de Eduardo Nicol, el ser de la expresión es un término polivalente, pero de significación propia, original, estrictamente ontológica. Es una categoría multívoca, polisémica que reúne y abarca en unidad sintética varias y diversas significaciones, todas ellas conexas e interdependientes. En la expresión convergen los significados fenomenológico y dialéctico del ser del hombre; ella, en efecto, constituye el dato fenomenológico fundamental e implica, al mismo tiempo, la integración dialéctica de aquello que el ser humano es.
De sobra es conocido por todos que expresar es una acción que va de dentro hacia afuera y que consiste en "un sacar, expulsar o exponer" lo que yacía en el interior, que pone fuera, que muestra, y da lugar a ser percibido por la atención de los demás como gestos, ademanes, señas, sonidos y principalmente como palabras: orales y escritas. La expresión es la necesidad interna que el ser humano tiene para dar cuenta del mundo y de la mismidad. El hombre tiene necesidad de expresarse porque es el proceso natural mediante cual puede comprender su presencia, actos o acciones en su existir. Es cierto, la expresión abarca muchos ámbitos y niveles, obviamente las formas de los lenguajes, las exteriorizaciones del dolor, alegría, tristeza, sufrimiento, etc., la pintura, la escultura, la música, etc., en general las manifestaciones artísticas, pero también lo que el hombre, sueña, anhela, aspira o piensa sobre lo celeste y lo terrenal, esto es, acerca de los dioses y de los hombres. De alguna forma nada hay que no sea expresión. Si algo hay, es el ser de la expresión.
Así que, si lo que hay es el ser de la expresión, luego entonces, desde el modo de caminar, sentarse, pararse, comer, dormir, etc., hasta la manera de gesticular, ver, sonreír, llorar, gritar; querer no querer, afirmar o negar, decir algo o no decir nada, etc., o simplemente quedarse en silencio es expresión. La simple presencia es expresión; el mito, la religión, el arte, la ciencia, la filosofía y todos los saberes cotidianos mediante los cuales se resuelven los problemas de todos los días, es expresión. Todo es expresión. La expresión culmina con la palabra. Primero como voz sonora, o sea, como habla, luego, como símbolo o escritura. Por lo que cuando el hombre comenzó a adquirir y desarrollar la voz entonces también se elevó por encimada de las cosas. La voz humana es unidad de pensamiento y de sonido. Hay lógica y fonética. Por lo que la voz es dialógica, lo que quiere decir, que sin la presencia del otro u otros la palabra sería muda y el pensamiento se ahogaría así mismo en el silencio. Sin la escucha y sin el intercambio de sonidos con sentido no hay lenguaje, no hay comunicación ni comunidad, por tanto, no hay expresión.
Eduardo Nicol en su texto formas de hablar sublime fiel a su sugestivo estilo es capaz de hacer una síntesis del problema ontológico o del misterio de la palabra bajo la siguiente forma, dice el transterrado autor español: La primera vez que un hombre habló, debió estremecerse el mundo entero. El cosmos es indiferente porque es total. Pero en cuanto dejó de ser lo único, y salió de su propio seno el ser de la primera voz, quedaría (pienso yo) atónito. Maravillado y contento. Ya no estaba solo. Había procreado de sí mismo algo diferente de sí mismo. Y se habló a sí mismo. Y así ha de sentirse todavía ahora: todavía ha de sentirse asombrado y regocijado, pues ha transcurrido una brevísima fracción de tiempo desde la primera voz. Desde que existe el hombre, la materia habla de sí; dialoga consigo misma cada vez que un hombre dice "la montaña". La resonancia cósmica del nacimiento del verbo es superior a la explosión de millones y millones de novas. Lo decisivo es que, desde entonces, en el universo hay más ser. Eduardo Nicol, Formas de hablar sublime. P. 23. UNAM.
En un orden lógico primero fue el sonido, luego el sentido. Las primeras comunidades humanas se comunicaban al ritmo del sonido, que, acompañado de gestos, señas o ademanes, poco a poco fue adquiriendo sentido o va siendo comprendido por los otros. Al igual que el recién nacido que se comunica a base de sonidos guturales y gestos, principalmente. Por supuesto, en el recién nacido y en el infante en cada sonido hay intencionalidad todavía no razonada. El deseo, la emoción, el afecto, eran los contenidos de la sonoridad. Poco después, el niño tendrá voz y palabra propias. Lo mismo aconteció en el amanecer del hombre. se val del sonido al sentido. Poco después, también el pueblo será libre por alzar la voz frente a la tiraría o frente a cualquier otro tipo de forma de gobierno que tengo por objeto la opresión y la explotación. La voz pone de manifiesto la presencia humana ante otras presencias e incluso ante su propio eco. Por el sonido y el sentido el hombre es hombre, es decir, por la voz, por la palabra. Las primitivas hordas así se vinculaban; el mundo primitivo quizás estuvo dominado por el sonido y no por el sentido; los pueblos conservaban sus saberes y tradiciones en la oralidad, se vinculaban por la voz popular.
Con la sonoridad o voz el hombre nombra cosas, animales y personas. Desde luego, nombrar es hablar, lo que quiere decir, expresarse con conceptos o decir lo que las cosas son en sí. Los conceptos son pensados, se piensan porque las cosas se dicen, ya como metáforas, conceptos o formulas. Sonido y sentidos, sonoridad y logicidad, fonación e intelección están siempre en relación cuando el hombre se expresa mediante la palabra hablada y más tarde por la palabra escrita. Tal y como lo deja saber Eduardo Nicol, oigamos al filósofo, por cierto, hecho en México, hecho en C.U., en la UNAM. No hay pensamientos sin sustantivos, que son el germen de los conceptos" o sea que, el sonido y sentido de la palabra quedan organizados de la mejor manera posible bajo la escritura. Las letras también poseen sonido o al menos se representan mediante un sonido. Fonemas en estricto sentido.
En la voz, que es vinculatoria también se incorpora la personalidad del sujeto. Para Nicol, cada voz en personal, lo que pone de manifiesto que cada hablante tiene su propia tesitura, su propio timbre de voz. Es curioso como muchos aparatos de información y de comunicación contemporáneos solamente se abren o dan acceso al timbre de voz que les ha sido registrada o computada. Cada persona, cada región tiene sus propias maneras de pronunciar las mismas cosas. Por la sonoridad, es decir, por la tonalidad se reconoce la región o zona geográfica y cultural a la que pertenece una persona. Decimos ese es del norte, aquél de sur, esos son chilangos, aquellos jarochos son, etc. La diversidad de tonalidad de la voz es innumerable, así mismo, muchos son los niveles de frecuencia que la voz puede alcanzar. De ahí todos los tipos o clasificación de voces y cantantes que hay: tenores, barítonos, sopranos, mezzosopranos, etc. Los actores de voces, es decir, aquellos que poseen la capacidad o habilidad de producir simulacros mediante la voz. Crear personajes a través de la sonoridad de la voz y de la significación de la palabra.
En la voz, que es vinculatoria también se incorpora la personalidad del sujeto. Para Nicol, cada voz en personal, lo que pone de manifiesto que cada hablante tiene su propia tesitura, su propio timbre de voz. Es curioso como muchos aparatos de información y de comunicación contemporáneos solamente se abren o dan acceso al timbre de voz que les ha sido registrada o computada. Cada persona, cada región tiene sus propias maneras de pronunciar las mismas cosas. Por la sonoridad, es decir, por la tonalidad se reconoce la región o zona geográfica y cultural a la que pertenece una persona. Decimos ese es del norte, aquél de sur, esos son chilangos, aquellos jarochos son, etc. La diversidad de tonalidad de la voz es innumerable, así mismo, muchos son los niveles de frecuencia que la voz puede alcanzar. De ahí todos los tipos o clasificación de voces y cantantes que hay: tenores, barítonos, sopranos, mezzosopranos, etc. Los actores de voces, es decir, aquellos que poseen la capacidad o habilidad de producir simulacros mediante la voz. Crear personajes a través de la sonoridad de la voz y de la significación de la palabra.
Cuando unos pocos se apropian de la escritura, asimismo se adueñan del mundo. Quien posee el lenguaje tiene el mundo, por ahí sueña Gadamer. Histórica y culturalmente al resto de la población se le niega el aprendizaje de la escritura. Se les roba el lenguaje escrito y quedan circunscritos a la oralidad. Se les hace pensar que la escritura pertenece a los dioses y a sus elegidos o mediadores, que tradicionalmente han sido los sabios, sacerdotes e intelectuales y al día de hoy, bien pueden ser las páginas webs o los programadores de sitios de internet. Los publicistas y alguno que otro sector académico dedicado a la publicación de manuales, de monografías, etc. Aunque a estos, lo menos que les interesa es conservar lo esencial de la escritura y la libertada a la que da lugar el lenguaje. Les gusta la autopublicidad y el negocio de su imagen. Se hacen pasar como dueños de la expresión. A veces, no son más que policías del lenguaje.
Sin duda, la relación sonido y sentido ha tenido un camino largo y amplio. Si primero fue el sonido, quiere decir, que la oralidad domino gran parte de la historia social humana, lo cual no quiere decir que la escritura no haya existido. En las cultura primitivas y arcaicas, sin embargo, las formas de escritura eran pocas y pocos los que sabían el uso y de las mismas. Históricamente se puede ilustrar que la voz sonora, esto es la oralidad, fue el medio principal de relación y comunicación entre los hombres desde las comunidades más primitivas hasta la aparición de la máquina de imprenta. Antes del poder tipográfico la voz llevaba el rumbo de la vida. Todavía en las culturas clásicas de la antigüedad, por ejemplo, la griega y la medieval, la voz es la principal fuente de comunicación, relación, saber y educación. Allí, la escritura seguía siendo un tesoro resguardado por unos pocos.
A través del poder de la sonoridad se modelan las creencias, hábitos y costumbres de un pueblo; el canto, la poesía, la recitación, el teatro, la retórica, etc., por ejemplo, en la escena cultural griega y romana, acontecen esencialmente por medio de la voz. La voz como tal es popular, es el medio también para dar a conocer a los cuatro vientos los decretos imperiales a los que los ciudadanos habrán de ceñirse. Desde las narraciones épicas mediante las que se cuentan oralmente el triunfo del hombre frente a las fuerzas de la naturaleza, personificadas por divinidades encolerizadas contra el ingenio humano, que le hacen padecer desgracias, conflictos, dilemas, sacrificios, muertes, y ganar muchos honores en cada aventura humana y con lo que el hombre se alza como un héroe.
Recordemos que, las representaciones teatrales poseen un carácter didáctico que enseña que los conflictos más graves y que los dolores más profundos de la terrenal humanidad pueden encontrar una salida o solución. El teatro clásico, que es oral, pone de manifiesto que el amor, el odio, muerte y la venganza son necesarios para establecer un equilibrio entre el destino y las decisiones propiamente del hombre. A través de la tragedia como instrumento convocante para que el pueblo, en una experiencia común de aprendizaje, presencie que alguien tiene que pagar los platos rotos por la trasgresión u osadía de uno o unos. Así como Zeus castiga a Prometeo por el hurto del fuego, también los poderosos reprimen a los que hacen suyas las palabras y alzan la voz contra la opresión. En un ambiente de oralidad está claro que, mediante las representaciones teatrales de la comedia, la sociedad adquiere conciencia de su mismidad a través de la voz y de la risa. Hay saber sin duda en la oralidad. Una forma de saber que, mediante el humor, la caricatura, el remedo y la parodia, etc., posibilita que el pueblo sublime muchas presiones de la vida. En la escena griega, es decir, en la épica, en la tragedia y en la comedia el principal instrumento es la voz, acompañada de la dramatización correspondiente de los actores y las reacciones del público.
Si se revisa la historia de la cultura y de la escritura bien se puede observar todos los incidentes entre la valoración que se puede hacer acerca de que es lo que se gana y que es lo que se pierde cuando el sentido, o sea la escritura, calla el sonido, o sea la voz. Por supuesto, la palabra o logos para los griegos es unidad de sonido y sentido, sin embargo, se puede imaginar siempre una tensión entre sonido y sentido a lo largo del despliegue o desarrollo de la cultura humana. Marx llegaría a pensar que "las Musas desaparecen frente a la regla del tipógrafo". Quizás como frente al hipertexto la imaginación y la propia expresión humana se cohíben, se experimentan como cercadas, limitadas y obstruidas por los programas y formatos de expresión oral y escrita de la presente época. Que ganan en rapidez, distancia y volumen, pero se quedan cortas e incluso alcanzan un grado cero en la expresión.
Para cerrar este capítulo del misterio de la palabra o del sonido sobre el sentido y hacer una revaloración de la sonoridad de la palabra, que ontológicamente hablando es el origen mismo del hombre, pueden ser citar dos pasajes de la filosofía clásica griega relatados por Platón en el diálogo del el Fedro acerca de la dimensión de la escritura. Georgio Colli, en un pequeño ensayo titulado El nacimiento de la filosofía se refiere a cómo Platón narra la invención de la escritura por parte del dios egipcio Theuth, y sobre el don de ésta, destinada a los hombres. Theuth, dona al faraón egipcio Thamus la escritura. Theuth enaltece los valores de su invención, pero el faraón replica que la escritura es, desde luego un instrumento de rememoración, pero puramente extrínseco, y que incluso con respeto a la memoria, entendida como capacidad interior, la escritura resultará dañosa. Por lo que se refiere a la sabiduría, la que proporciona la escritura será aparente, no verdadera".
Alude Colli que "Platón al comentar el anterior pasaje de la invención de la escritura, acusa de ingenuidad a quien piense trasmitir por escrito un conocimiento y un arte, como si los caracteres de la escritura tuvieran la capacidad de producir algo sólido. Se puede creer que los escritos estén animados por el pensamiento, pero, si alguien les dirige la palabra para aclarar su significado, seguirán expresando una sola cosa, siempre la misma". Este pasaje deja ver que en la antigüedad remota la escritura era sospechosa de apariencia y de tautología. Es decir, algo así como un callejón sin salida, pues al explicar una palabra era necesario representar tal palabra con otras palabras, lo que da lugar a una interminable cadena de palabras y quizás con ello llegar a la palabrería, nada más.
El segundo pasaje citado por Goergio Coli en su texto El nacimiento de la filosofía pertenece a las Séptima carta en la que Platón hablando de su vida y de las experiencias dolorosas vividas en la corte del tirano de Siracusa, cuenta que Dionisio II había pretendido divulgar en un escrito la presunta doctrina secreta platónica. A partir de ese episodio, Platón niega en líneas generales a la escritura la posibilidad de expresar un pensamiento serio, y dice literalmente: Ningún hombre sensato osará confiar sus pensamientos filosóficos a los discursos y, menos aún, a discursos inmóviles, como es el caso de los escritos con letras" ... más adelante sigue diciendo Platón "por eso precisamente, cualquier persona seria se guarda de escribir sobre cosas serias para exponerlas a la malevolencia y a la incomprensión de los hombres. Se puede inferir o concluir de esto que toda la cultura escrita, de alguna manera, no es seria. Por lo que la seriedad antes estaba dada en el sonido, en la palabra. Se creía en la palabra del otro. Aunque, posteriormente, el sonido quedará ligado a la musicalidad de la poesía y a las metáforas que todo viento se lleva o que las olas del mar borran sobre la arena y la escritura, ligada al sentido, proveniente del trabajo del concepto de la filosofía. La polémica entre sonido (poesía, metáfora) y sentido (filosofía, concepto) se prolongará hasta nuestros días. Véase el video de este Canal El mar como umbral entre la poesía y la filosofía.
La seriedad estaba en la palabra viva, en la voz y fuerza de la palabra. Antes se creía en la palabra del otro. El hombre tenía palabra de honor, aunque también las palabras se las lleva el viento o las olas borren las palabras escritas sobre la blanca arena de las playas. Lo importante, por lo que se puede deducir, antes de la escritura, el poder de la palabra residía en el sonido. En el vigor y vitalidad de la sonoridad. Tal vez por esto, para Eduardo Nicol el hombre tenga un origen sonoro, pues el sonido en la palabra pronunciada también nombra y hace nacer cosas y relaciones entre el hombre y la naturaleza y entre los propios hombres. Para Nicol la palabra es un misterio.
Muchas son la teorías y filosofías del lenguaje en la historia de la cultura humana, suficientes reflexiones críticas acerca de la función del lenguaje y de las palabras existen en la historia de la filosofía en el intento de acercarse a la naturaleza y esencia del lenguaje: tratados técnicos, manuales didácticos acerca de la estructura gramatical, fonética y semántica de las palabras, pero no han abordado la cuestión ontológica del misterio de la palabra. Las posturas fenomenológicas, analíticas, hermenéuticas, etc., indagan y exponen nociones explicitas de qué es el lenguaje, del para qué y del cómo funciona o el papel que desempeñan las palabras, los modos de las palabras e incluso las formas sublimes de hablar, pero, la cuestión del por qué, de la palabra continúa brillando por su ausencia, por la simple razón de que no se ha puesto atención a la vía ontológica o metafísica de la expresión.
Quizás haya que sostener que el hombre es buscador del ser y de sí mismo. ¿Por qué no creer o asumir que, en efecto, la totalidad del universo se expresa en la singularidad del hombre? El hombre como depositario del universo entero o de la proximidad e intimidad del Ser ¿o de Dios? Tantos milenios llevan las culturas intentando resolver o iluminar esta cuestión que seguramente seguiremos en la misma, más no se debe rehuir dicha cuestión, si así fuera, entonces no estaríamos a la altura de la condición ontológica que aquí se trata. ¿O al menos que la tecnología sí sea capaz de resolver tantas incertezas y angustias que el misterio de la palabra le ha traído y ocupado a la humanidad? Bueno, no lo sabemos, habrá quiénes digan que sí. En fin.
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Bibliografía:
Nicol, Eduardo. Ideas de vario linaje. UNAM. Méx., 1990.
Nicol, E. Metafísica de la expresión. FEC. Méx., 1957.
Colli, Giorgio. El nacimiento de la filosofía. Tusquets, Méx., 2010.
C. Guthrie W. Los filósofos griegos. FCE., Méx., 2021.