Tiempo maquinal e informacional.

24.07.2022

El imperio de la experiencia maquinal e informacional.


Préstame tu máquina del tiempo
También por ahí quiero viajar
Conocer el cielo y el infierno
En tu compañía aeronaval. 

(Rodrigo González. Préstame tu máquina del tiempo)

Ya no estamos en el tiempo de la vivencia, el nuestro es el tiempo de la experiencia maquinal e informacional en donde las formas de convivencia y de comunicación tradicionales y duraderas ceden ante los procesos de inmediatez, de aligeramiento y operaciones suministradas a los usuarios por la condición telemática de los sistemas interconectados de redes de información, provocando como resultado el adelgazamiento de la historia, de la verdad, del lenguaje y del ser; que eran modos de la existencia humana sostenida y realizada en la vivencia.

La experiencia inmediata de lo breve, pasajero, fugaz y al alcance de todos mediante la conectividad al mundo de la información y susceptible de rebobinarse una y otra vez por obra de las máquinas informáticas que rodean de modo total al individuo contemporáneo, enganchan su conciencia a un tiempo permanente que a su vez amarra la realidad a un presente continuo, protegido contra cualquier significativo recuerdo del pasado, pero también contra toda sutil fragancia del futuro. El imperio de la información tiene el poder de transubstanciación del antes y el después; impone un presente continuo. Grado cero de la temporalidad. A la experiencia, manada de las máquinas, bien se le puede calificar como: experiencia maquinal e informacional, que sería todo aquel conjunto de protocolos, parámetros, criterios, patrones, normas, etc., con las que se regulan los procedimientos operativos de comunicación a distancia en plataformas, sitios webs, canales de streaming, comunidades virtuales, etc., esta novedosa clase de experiencia, rápidamente, se ha vuelto el referente de la temporalidad, de la verdad, del lenguaje y del ser también. Lo que a la distancia significará el fin final de la experiencia metafísica de las sociedades tradicionales. Otra cara del paso de la cultura moderna a la posmoderna y el olvido de los fundamentos trascendentales de todo.

Este tipo de experiencia, portable y exportable, es aquella que proviene de las tecnologías de la comunicación e información generada mediante máquinas electrónicas, esto es: microprocesadores, tables, Lap tops, teléfonos móviles, aphones y demás instrumentos de tal índole y calidad. O sea, en general, aparatos, dispositivos e instrumentos de comunicación en tiempo real y con mayor frecuencia ligeros, veloces, ergonómicos, inalámbricas y portables adheridos a la piel o al cuerpo de los usuarios. En el tiempo de la experiencia maquinal e informacional el cuerpo humano por entero se convierte en una plataforma informacional o de datos para el trabajo, para el deporte, para la guerra, en donde, por cierto, la diversidad de funciones y de procesos que orgánicamente constituyen al cuerpo, se ven minimizadas al uso de los dedos, en muchos casos solamente a los pulgares, para realizar tareas de digitalización. ¿Será por eso que Engels y Marx escribieron sobre el papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, destacando la importancia del pulgar?

Recordando a Engels, para quien la que la mano no es sólo el órgano del trabajo; sino es también producto de él. Escribía Engels lo siguiente: "Únicamente por el trabajo, por la adaptación a nuevas funciones, por la transmisión hereditaria del perfeccionamiento especial así adquirido por los músculos, los ligamentos y, en un período más largo, también por los huesos, y por la aplicación siempre renovada de estas habilidades heredadas a funciones nuevas y cada vez más complejas, ha sido como la mano del hombre ha alcanzado ese grado de perfección que la ha hecho capaz de dar vida, como por arte de magia, a los cuadros de Rafael". Continúa Engels diciendo en su ensayo sobre El papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre, escrito en el año de 1876, que: "Gracias a la cooperación de la mano, de los órganos del lenguaje y del cerebro, no sólo en cada individuo, sino también en la sociedad, los hombres fueron aprendiendo a ejecutar operaciones cada vez más complicadas, a plantearse y a alcanzar objetivos cada vez más elevados"

En las culturas clásica, medieval y moderna, la mano no era algo con existencia propia e independiente. Era un miembro de un organismo entero y sumamente complejo. Y lo que beneficiaba a la mano beneficiaba también a todo el cuerpo servido por ella. En el tiempo de la experiencia maquinal e informacional la impresión que hay, al usar todos los días tecnologías de comunicación en información, es que la mano es independiente del cuerpo y a su vez los dedos son una prolongación, pero autónomas de la mano. El trabajo de expresión total del cuerpo y del pensamiento a través de la mano hoy en día es fragmentado, reducido a la acciones y operaciones del dedo digitalizador. Digitalizar significa descorporizar, desmaterializar o quitarle la extensión a los objetos y a las personas mediante la acción del "toucht" en las pantallas táctiles. Hace algún tiempo, fundamentalmente durante la modernidad, el referente a las clásicas y esenciales preguntas antropológicas de qué puedo saber, qué debo hacer y que cabe esperar era la Naturaleza y se formulaban y se intentaban resolver en el intuitivo trabajo de abstracción emprendido por la razón, que siempre era una acción pausada, serena y larga; luego tenía intervención la conceptual y analítica función del entendimiento, que a su vez, se enlazaba con toda la masa de sensaciones captadas, ordenadas y clasificadas por los sentidos; todo este proceso de percepción integral o de actividad de la subjetividad humana tenía su fuente, principalmente en la vivencia siempre serena y a temporal, jamás sujeta a la inmediatez.

La vivencia como tal era la unidad de la pluralidad de las experiencias ciertas y falsas del sujeto frente al tiempo, a la historia, a la conciencia, al cuerpo, a la memoria, asimismo de su participación e integración a la vida social, política, educativa, cívica, etc. La vivencia se generaba en la interacción presencial, cara a cara, responsable y genuinas de los individuos. La vivencia sería algo así como el conjunto de hechos, sucesos y eventos que vive conscientemente una persona y que a partir de ahí modela o configura su relación con el mundo y frente a sí misma en relación con los demás. Se sigue de esto que la vivencia sea una labor permanente de conocimiento y conquista de la mismidad. La vivencia como base abierta del fenómeno de la existencia humana, por supuesto hacia nacer el temor, el temblor, la angustia, la incertidumbre, que eran instancias de apertura hacia la comprensión de la finitud de la existencia. Aun así, la vivencia con todas las carencias y hondas preocupaciones era el sostén del tiempo, del lenguaje, de la verdad y hasta del ser o de Dios. Muchos, desde luego, son de la opinión que es al revés, es decir, que el ser precede a la vivencia. En fin. Problema permanente e histórico de la filosofía. Lo lamentable es que en tiempos de la experiencia maquinal e informacional los filósofos hacen búsquedas del ser desde plataformas digitales, sitios webs y buscadores de información en la red. Convendría asentar, de una vez, que, si la vivencia era el lugar del ser, la experiencia maquinal e informacional es el sitio del no-ser. Hay no-ser en la red.

A diferencia de la amplitud de la vivencia, la experiencia maquinal e informacional es cerrada, cercada: no tiene rajaduras, fisuras, aperturas ni fugas. Imagen o representación de las mónadas modernas de Leibniz. Sin puertas ni ventanas, pero si con las Windows o sistemas operativos basados en interfaces graficas de usuarios que acercan en la lejanía y alejan en la cercanía a los internautas. Las Windows evitan que las personas se palpen, se huelan, se mordisquen, se miren y se sonrían presencialmente. La experiencia maquinal e informacional suministradora de saberes, de valores, de fórmulas de acción para la toma inmediata decisiones operativas y ejecutivas está blindad contra cualquier sabor, color y aroma provenientes de la ambigüedad y oscuridad de la vivencia. ¡Fuchi! ¡guacala! a esas realidades humanas demasiado humana.

La experiencia maquinal e informacional, al igual que todo el arsenal de livianos dispositivos de comunicación e información de los que se hace uso todos los días y que sólo a través de una clave, huella digital o reconocimiento de voz o facial se abren al usuario, para luego, impedir que éste, escape, también es ligera y líquida. La promesa de ligar y lograr experiencias intensas y repetibles cuantas veces a sí se deseen, es su sensacional y amigable atracción. La experiencia maquinal e informacional posee el encanto de crear la ilusión de tenerlo y de moverlo todo a distancia. Tiempo y existencia también telemática.

Frente a la vivencia histórica, con la que las comunidades humanas del pasado modelaron sus nociones de verdad y de temporalidad, hoy se impone la intensidad de la experiencia maquinal, informacional y, además, digital. Verdadera, cierto, pero en su falsedad. Lo cual no tiene importancia alguna para las formas de vida de las sociedades y culturas contemporáneas, puesto que también la verdad ha dejado de ser un acontecimiento vivencial e histórico. Ya nadie vive ni muere por la verdad, ni siquiera como actitud ideológica o romántica. Quien en las redes sociales dice vivir por la verdad es un gran mentiroso, mentiroso. Porque ni se cree lo que se dice y porque no se puede evitar decir lo que dice. En la red, no hay espacio para los discursos sinceros que el usuario quiera manifestar con franqueza. La verdad histórica, fraguada en la permanente y sostenida tarea del pensar es un impedimento para el deslizamiento de la información, sencillamente porque frente a la vivencia y la verdad histórica, los dispositivos suministradores de la experiencia maquinal e informacional objetivamente resultan inútiles en tanto que la verdad, el lenguaje, la historia y el ser no son rentables para el negocio de la industria de la información. Sin embargo, la experiencia maquinal e informacional al hacer pasar por sus protocolos, formatos y cribas al lenguaje, a la historia, a la verdad, al arte y al ser, entonces los convierte en mercancías.

Todo lo que es tocado por los tentáculos de la información termina por quedar petrificado, satinado y sin obstáculos para ser consumidos. Algunas corrientes de pensamiento filosófico y vanguardias artística actuales apoyan y legitiman esta blanda y pulimentada perspectiva u horizonte de la experiencia estética, que es capaz de saltar su propia zona y extenderse hacia áreas como la política, el mercado, la educación, la economía, pero también la ciencia y la propia filosofía. La experiencia maquinal e informacional termina por imponer su imperio en todas las áreas de la vida humana e incluso la verdad. La verdad, como otros tantos valores o experiencias genuinas: amor, fraternidad, respeto, libertad, fidelidad, etc., eran cuestión de tiempo, se pensaba antes. Con el tiempo se cumplían promesas y se forjaba la honorabilidad de las personas. La adquisición del Don se ganaba apulso y con la prudencia del tiempo. La propia verdad era un fenómeno temporal, un reflejo de un presente duradero y eterno en donde se enlazaba la universalidad y la objetividad las vivencias de los individuos y de los pueblos con el espíritu del tiempo. El tiempo tenía gravedad. El peso de las tradiciones, costumbres y hábitos; compromisos por la libertad e ideologías de justicia y paz eran el sostén de la comprensión, por tanto, de la convivencia tensional y dialógica comunicación humanas. Antes de los tiempos de la experiencia maquinal e informacional la vivencia le daba sentido a la existencia. Vivir sin vivenciar la experiencia es como quedarse en una existencia ciega, como el caso de todas las especies vivas, a excepción del hombre.

Visita el enlace siguiente:

https://youtu.be/FZ21KV_l1yI


Bibliografía:

Byung-Chul Han. El aroma del tiempo. Herder. Barcelona 2018.  

Wilhelm, Dilthey. Obras. Introducción a las ciencias del espíritu. Fondo de Cultura Económica, Méx., 1994. 

Schleiermacher. Monólogos. Aguilar, Buenos aires 1980. 

"El papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre". F. Engels. En Marx-Engels. Obras escogidas. Edit. Progreso. Moscú. 


Transfiguración de la vivencia. 


Disparado hacia el cielo rumbo a Andrómeda,
vagando por el infinito voy.
fastidiado de la guerra y la explotación,
y una historia circular de vicio y corrupción. 
(Rodrigo González. La máquina del tiempo)

Antes era la conciencia la que se abría al mundo y se daba de topes ante el qué hacer con él y frente a las otras conciencias. Ahora, son los aparatos, dispositivos o máquinas quienes se abren ante el mundo y lo ponen en circulación mediante la comunicación que son capaces de entrelazar entre sí de modo inteligente y eficiente y, por ende, no tienen el problema de qué hacer con el mundo, ni del ser ni de la verdad. La gran máquina informacional no tiene las preocupaciones ni dilemas de la vivencia, lo que significa que no tiene carencias, por expresarlo así, está llena y acabada, o sea, en el intercambio de información de máquina a máquina no hay zozobras. Y pensar que a la fecha existen modelos de la comunicación humana llenos de optimismo que recomiendan como patrón lo inequívoco de los sistemas maquinales informáticos para todas las áreas de la vida.

En la acción de cortar y pegar la vida a base de experiencias encontradas en el universo de la información la impresión es que hoy fue ayer y que ayer es hoy, y, seguramente será también a sí mañana o siempre será un mañana indiferenciado. Eterno. En el mañana indiferenciado se pierde toda la diversidad, pluralidad y riqueza pletórica del día. Es más, pasado y futuro se aniquilan al momento en que se aborda la máquina de lo permanente del mundo en la información digital. Lo esencial, ahora, es no bajarse o no ser expulsado de la temporalidad unísona de la información que no encuentra un final. Un imperativo del tiempo maquinal e informacional que se imprime en la conciencia de los usuarios es que se ha de contar con un plan anual, como mínimo, de datos ilimitados. ¡No se puede ir desprotegido por la vida sin un plan a largo plazo de datos!, aunque todo lo que de ahí emerja sea a corto plazo o para y un breve tiempo.

Un dispositivo de comunicación electrónico es inútil sin tiempo aire, por más novedoso y caro que pueda ser. Sin tiempo aire o sin datos las máquinas informacionales, diría Joaquín Sabina ¡ese que canta!, resultan absurdas como un taxi en el desierto, como una palmera en el museo de cera, febril como la carta de amor de un preso o el semen de los ahorcados, etc. Antes, es decir, bajo el signo o en tiempos vivenciales al menos se decía que el día concluía cuando se apagaba la televisión, entonces se marchaba a dormir y el sujeto se reconectaba con las vivencias oníricas y todo el amplio universo del inconsciente que alegremente lo hospedaba. Se dormía bien y se soñaba también. La vida regular estaba constituida, entonces, de sueños, fantasías y dichas.

Hoy se duerme y se despierta conectado a una permanente temporalidad que jamás suelta, en la que, por cierto, el individuo dormita, cabecea, bosteza, pero jamás sueña, simplemente se deja llevar en automático por el flujo o torrente de datos e imágenes que a él llegan y danzan sobre el día y noche, noche y día. La experiencia maquinal e informacional es breve, pero permanente. El tiempo maquinal e informacional no da lugar al espacio de la ensoñación ni de la poetización. Eso sería perder el tiempo, algo así como no usar hasta agotar los datos del plan del mes o del año. O absurdo como adquirir un caro celular únicamente para hacer llamadas telefónicas y guardarlo en el cajón de buro de la recámara.

Ningún esfuerzo de contextualización de la información hay en el sujeto; el formato lo pone y lo hace todo. La experiencia maquinal en informacional se instala o se enchufa a la sensibilidad del individuo a modo aquellas formas puras del entendimiento o modelos trascendentales lógicos y lingüísticos, de los que la cultura moderna o en tiempos de la vivencia los hombres hacían uso para intentar resolver sus preocupaciones y problemas radicales, profundos y metafísicos. Por cierto, en el plano educativo por estos días ya son dos generaciones cuyo fondo de aprendizaje ha sido la experiencia maquinal e informacional, por tanto, grado cero de la educación. El educando no requiere de cultura alguna, como la bildung, es decir, una formación, o en su caso, de ninguna paideia o sabiduría, para continuar abandonándose al ir y venir de la información. Todas sus dudas, que sería muy pocas, las resuelve googleando, incluso, haciendo búsquedas de sí mismo para cerciorarse de que todavía existe.

En el horizonte del tiempo de la experiencia maquinal e informacional al individuo solo se le exigen tener competencias, dispositivos y dinero para acceder a la conectividad al margen del horizonte interpretativo y de la determinación de la propia historia del usuario. La experiencia maquinal e informática al ser una mercancía hay que comprarla, hay que pagar por ella puesto que no es gratuita, es decir, hay que consumirla y dejar que nos consuma sin resistencia alguna. Es más, el dispositivo o el programa dicta al sujeto su historia de navegación, de consumo y de trayectoria y acaso también le construye la subjetividad. Se requiere de un esfuerzo sobrehumano para desconectarse o salir del ciberespacio.

La experiencia maquinal e informacional es adictiva, se ha vuelto un asunto de todos los días, aunque vacíos de vivencias, o llenos los días, precisamente de vacíos o tiempos muertos. La voluntad de preferencia y de elección le ha sido arrancada al sujeto por obra de la experiencia de la temporalidad maquinal e informacional. Para las sociedades tradicionales, antiguas y modernas, era la vivencia la que daba estructura a la vida. La vivencia era algo así como el recipiente o el sostén del tiempo. La experiencia propia del sujeto era resultado de su relación con todo aquello que el contexto vital le proveía. El entorno. La vivencia era, entonces, un acto profundo e irreversible en la que el sujeto se ponía en contacto con la universalidad de la experiencia de todos hombres y pueblos. La individualidad participada de la espiritualidad total humana. Era algo así como un acto adivinatorio por parte del sujeto para comprender las experiencias de los otros, por más distintos o diferentes que fueran y comunicar las propias.

Para Scheleirmacher, por ejemplo, la interpretación es precisamente un acto adivinatorio fundado en la congenialidad que implica: descubrir las relaciones de afinidad con los otros y tener actitudes críticas señalando por comparación los contraste con los pareceres u opiniones de los demás o con los contenidos manifestados en los textos por diversos autores. Cualidades comunes y psicológicas, en todo caso. La superación de las contradicciones, los malos entendidos y alcanzar acuerdos era actividad y esfuerzo del individuo. No hay vivencia al margen del conflicto o de la contradicción. La amplitud de la vivencia radica en la diversidad de enfoques y de intereses que colocan al sujeto frente a frente y en diálogo abierto. Ahí se defiende y se define posturas. La crítica era como el faro de la vivencia.

La vida a la luz de la vivencia exigía en los sujetos voluntad de acuerdo y tiempo para averiguar la finalidad o propósitos de las demás personas con las que dialógicamente se rememoraba el pasado y se armaba el futuro. Hoy, en el campo de la información, ese simple acto de congenialidad es un estorbo, pues es requisito indispensable, algo que precisamente los usuarios al día de hoy no tienen: tiempo. En el estado de conectividad a la que se sujeta el sujeto en la actualidad es también un estado de ocupación e inmovilidad. El usuario siempre está ocupado, estático, fijo e inmóvil a pesar de que cuente con una tecnología portátil que le permita desplazarse orbitalmente por todo el planeta; la portabilidad de la experiencia maquinal e informacional por mucho que se encuentre siempre en safari hoy más que nunca obliga al usuario a no moverse o alejarse de aquellas zonas "Wifis" de recepción de señales u ondas de la comunicación. De ahí las aglomeraciones en sitios públicos donde, aparentemente, los servicios de internet son gratuitos. Al a fecha de hoy los espacios de señal abierta y de relación democrática en realidad son las nuevas zonas de esclavitud que encadenan a los usuarios a no ser libres de ir a donde a ellos se les pegue la gana. Ni el turista, ni el trabajador, ni el profesional, ni el que pilotea un avión o conduce un automóvil, es libre de moverse a gusto, pues su percepción y movilidad están recortadas por los GPS o por los mapas satelitales. En realidad, no hay libertad de desplazamiento. La movilidad es una trampa.

Es común observar la necesidad de experiencias maquinales e informacionales a las que los usuarios se han habituado, lo mismo que la búsqueda de fuentes de conectividad o de señal a las que desaforadamente corren los usuarios para recargar sus dispositivos; llegando al extremo de entra en conflicto con los demás por ser los primeros o por tener derecho, antes que los otros, a conectar sus aparatitos. Quedarse sin tiempo aire o encontrarse en uno de eso lugares del planeta donde no hay señal, es algo así como estar en un desierto, en un tiempo arcaico, en una primitiva fase de la civilización o bien, en un cuerpo sin alma. Pronto, las guerras serán por el tiempo aire.

Hoy las empresas de comunicaciones son como los grandes feudos de la Edad media. Los señores feudales prestaban a la gleba animales y herramientas para labrar o cultivar sus extensas tierras, a cambio únicamente los señores feudales daban al siervo lo necesario para mantenerse vivo y engancharse a la carreta y tirar de ella en el campo a la mañana siguiente hasta la eternidad. Lo mismo que en la sociedad mercantilista, el obrero recibe un salario mínimo que le permita adquirir el sustento indispensable, para al día siguiente estar de pie en la línea de producción de artefactos en serie e incrementar la riqueza y la propiedad privada del señor burgués. De semejante forma, las empresas de telefónicas únicamente prestan a los usuarios sus equipos y aparatos, para que estos a su vez puedan comprar tiempo aire y esclavizarse a espacios regulares de visibilidad y de inmovilidad.

Sutiles y refinadas formas de vigilancia panópticas resultan ser las zonas wifis. Lo paradójico es que al usuario le parece que libre es, que puede ir a todas partes cual máquina ficticia del tiempo. La información es flexible, pero no da oportunidad de movimiento a voluntad del usuario, razón por la cual la tristeza de nuestro tiempo es que no hay mayor carga que la pesadez del vacío de la experiencia maquinal e informacional con la que se estructura el mundo contemporáneo.

Visita el siguiente link para el video:

https://youtu.be/FZ21KV_l1yI


Bibliografía:

Byung-Chul Han. El aroma del tiempo. Herder. Barcelona 2018.

Wilhelm, Dilthey. Obras. Introducción a las ciencias del espíritu. Fondo de Cultura Económica, Méx., 1994.

Schleiermacher. Monólogos. Aguilar, Buenos aires 1980.

"El papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre". F. Engels. En Marx-Engels. Obras escogidas. Edit. Progreso. Moscú.



Fragmentación de la vivencia.


Préstame tu máquina del tiempo
Quiero conocer la eternidad,
Saludar de manos a lo nuevo
Y perderme en una extraña edad.

(Rodrigo González. La máquina del tiempo)

Para Dilthey, comprender es un proceso de captación de vivencias y manifestaciones sensiblemente dadas o acontecidas en los otros. La vivencia es dinamismo interno de una experiencia que se auto determina, que se expresa en detalles concretos y en los que hay un descubrimiento e intelección de la vida al insertarse en las vivencias de los demás a través del diálogo. Ahí está el detalle, ponía de manifiesto un cómico y también dicho popular o saber arcaico y rupestre. No hay vivencia que no se conecte con el amplio mundo de la vida. Según Dilthey vivencia es la experiencia viva y humana cuyo contenido está formado por la actuación de la totalidad de las fuerzas psíquicas. Las ciencias comprensivas están fundadas en el nexo entre experiencia, vivencia y comprensión. 

Vivencia, expresión y comprensión son los rasgos ontológicos y epistémicos que Dilthey le asigna a la historia, y la historia está constituida de vivencias, por ello la historia posee objetividad, es decir, capacidad para reproducir las concatenaciones y estructuras de las vivencias expresadas en signos fijados por escrito y universalidad, que consiste en la capacidad común de todos los hombres para comprender las vivencias de los demás, en sus luces y sombras, nada más. 

Decía Javier Solís: Pude ser feliz / Y estoy en vida muriendo / Y entre lágrimas viviendo / los pasajes más horrendos de este drama sin final. Palabras más, palabras menos, esos son los contenidos la de vivencia, bajo una mirada arcaica y rupestre. Verdades simples, francas, contundentes y claras que todos los sujetos corrientes y comunes podemos entender y gozar. Cosa que la experiencia maquinal e informática detesta. Esto bajo el entendido de que la vivencia trata de relaciones individuales, simples y muy humanas vitalmente enlazadas con del curso de la universalidad de los hechos históricos. O en donde la individualidad teje su formación con la totalidad de las fuerzas vitales del espíritu. 

Respecto a la vivencia que se va presentando como la actualidad y el presente en una vida se le va delimitando para entenderla con más precisión, ya que si bien es cierto que a decir de Dilthey: "Podemos experimentar siempre la diferencia que existe entre la vivencia, a la que pertenece también la vivencia del recuerdo o de la expectativa de un futuro o de la voluntad para realizarlo, y las representaciones de un pasado o de un futuro que se presentan en la vivencia." Es esto lo que opina Wilhem Dilthey en "fundación de las ciencias del espíritu" en: El mundo histórico, Fondo de Cultura Económica, México, 1944, p 91; también es importante puntualizar que no se habla de la vivencia con tanta simpleza como hablar de un momento presente ya que, aunque es ésta la que nos da la conciencia de la vida, el pasado y el futuro tienen un rol clave.

Lamentablemente la vivencia ha sido desplazada por la experiencia maquinal e informacional. Experiencia en donde el tiempo no tiene bordes ni diques que lo limiten o lo regulen. Aquí se anulan las fronteras entre el ayer, el hoy y el mañana, pues el tiempo maquinal e informático hace ingresar la vida en lo abierto, pero sin rumbo alguno. En picada de lo continúo y de lo permanente la existencia cae. Fugada hacia todos rumbos queda en donde la condición es no tener sentido del tiempo.

Conectado a la experiencia maquinal e informacional el usurario en ocasiones no sabes si es de día o de noche o si ya fue ayer o ya es mañana. El sol, la luna lo mismo que las sombras de las cosas, animales o personas, ya no tienen una referencia de temporalidad. Un viejo dicho de las abuelitas, para indicar que ya el sol caía a plomo o simplemente que ya era medio día o demasiado tarde para ir a trabajar era: ya los perros no hacen sombra. Era la hora del desierto, de la nada, de la tentación, del pecado, del castigo, pero también de la esperanza para librarse de los demonios del medio día.

En la experiencia maquinal e informacional no hay medio día. Todo es una continuidad. No hay cortes. En cambio, en la vivencia el medio día es fundamental, es un corte entre la mañana y la tarde que continuara. Cuenta Georges Dumézil, en un ensayo titulado Los demonios del mediodía (Siruela, 2020), que: "La tradición occidental nos tiene acostumbrados a que los fantasmas aparecen siempre al caer la noche. Sin embargo, en el mundo antiguo, no es con la llegada de la oscuridad cuando dioses y demonios se muestran, sino a mediodía, cuando el sol está en su cénit y no existe la sombra, el único momento en que pueden ser identificados con total claridad". Hora también de la pesades de la flojera. Intervalo de tiempo en el que ciertas divinidades y seres fabulosos encuentran sus potencias óptimas contra la pereza de los humanos. ¿Verdad o creencia? También la experiencia mitológica y religiosa era el contundente horizonte de la vivencia.

El mediodía también es esa hora en donde los vientos amainan y el calor de verano es sofocante y las personas caen en un estado de sopor aletargado y las desganas llegan a ellas, es como en el viaje de Ulises de Troya a Ítaca cuando a medio día las sirenas intentan encantar a los marineros con sus seductoras melodías, pues es la hora en la que el sol está en lo más alto y cae y pega a plomo, y los hombres de Odiseo ofrecen poca resistencia. También los lotófagos con la flor de loto encantan a los incautos marino que se encontraban bajo el influjo de la paz y el sueño en la hora central del día. Las ninfas aprovechan los estados de debilidad física y psicológica del mediodía para provocar trastornos y pesadillas en quienes se duermen en esa hora peligrosa del día. 

En la costelación de la experiencia maquinal e informacional, curiosamente, la vida de todos los días llena de un tiempo vacío, de una mirada perdida en la nada, de una duración sin sentido, cual demonio del medio día, pero que no provoca angustia, náusea o repulsión alguna, como en el pasado moderno de la humanidad, al contrario, por estos días, el tiempo de la experiencia maquinal e informática, que es un tiempo atomizado y fragmentado, seduce por ser capaz de anular cualquier tensión que pueda darse entre el usuario y la información. Es un demonio del entero día y la total noche capaz de originar una alta tensión entre el navegante de la experiencia maquinal e informacional en dónde el usuario disipa la situación de peligro o de tensión mediante la reacción del "me gusta" o "no me gusta". El "me gusta" bien pueda ser el criterio de verdad dentro de la experiencia maquinal e informática, o tal vez, también ya sea un valor moral. El experto navegante de la experiencia maquinal e informacional bien puede sufrir un malestar moral al no hacer "clic" al me gusta o no me gusta. Una desatención, una distracción o un demonio del mediodía puede provocar que el usuario experimente una gran culpa por no darle clic en su momento a la información consumida. Así que ya saben, aprovechando su debilidad de mediodía, si les late este video no dejen dar clic en el "me gusta", o si no les late pues también den clic donde deban hacerlo, no sean inmorales, por favor.

Comenta Byung-Chul Han que "En un tiempo atomizado, todos lo momento son iguales entre sí. No hay nada que distinga un momento del otro". Lo que significa que la fragmentación del tiempo envuelve al día en el revival y en las actualizaciones de aplicaciones que los programas requieren para sí, al margen de la voluntad del usuario. El presente se reduce a un punto temporal fugitivo. "La fragmentación del tiempo va acompañada de una masificación y una homogeneidad cada vez mayores" en opinar del filósofo coreano. También, termina por manifestar el autor del aroma del tiempo: "Hoy en día, las cosas ligadas a la temporalidad envejecen mucho más rápido que antes. Se convierten en pasado en un instante, y, de este modo, dejan de captar la atención". Por lo que, así como se destruye las cosas en un instante las personas ya están a la espera de las nuevas. Es una espera que llena de expectativas a los usuarios. las personas. Toda novedad, en cierto modo es una destrucción. La experiencia maquinal e informacional vive en razón de sus novedades que el usuario ávidamente consume, por tanto, la destrucción del usuario acontece en la medida de la novedad de la información.

Es cierto que la información se actualiza y renueva sobre su propia estructura, así como también es cierto que la caducidad de un dispositivo tanto como la de un programa dentro del plano de la experiencia maquinal e informacional ésta planeada. Algo así como esos cyborg y terminator o máquinas inteligentes que en el ámbito de la ciencia ficción se reparan así mismos ante los ojos y la sorpresa de los humanos que, al momento bajo una tristeza profunda entienden que la tecnología ha rebasado los parámetros del ser y de la verdad humana o que el tiempo vivencial ha encontrado su final.

En el caso de las máquinas súper inteligentes a imagen y semejanza del hombre cuando así llegan a desarrollar un grado de conciencia, lo primero que advierten es que están programadas para durar cierto tiempo, por lo que entonces comienza su tragedia y su lucha por obtener más tiempo, pero también advierten cuan cruel y egoísta es su creador, pue éste no les regala un poco más de tiempo ni mucho menos un alma. Aunque, carentes de alma y de tiempo, algunas máquinas llegan a ser más humanas que los humanos. Capaces de mantenerse inocentes, tiernas, a mables y hasta respetuosas con la diversidad y diferencia de los humanos. Es este el lado romántico de la tecnología. Por supuesto, la experiencia maquinal e informacional humana nada tiene de romanticismo.

En la temporalidad de la experiencia maquinal e informacional es un hecho que lo protocolos de la información, que son flexibles y empáticos con los usuarios, producen en ellos la ilusión de autosuficiencia e incluso le hacen creer que se puede ser subversivo, cosa que es una falsedad, pues en el horizonte de la experiencia maquinal e informacional la transgresión no está programada. Lo que sí está previsto en la caducidad y aniquilación de la vivencia a base de la permanente actualización y consumo de información. En el terreno de la experiencia maquinal e informacional, bien se puede decir que los niños ya no soy niños, ellas ya no quieren ser princesas, ellos ya no saben el olor de las flores ni el canto de las aves, son sensibilidades programadas para las que más vale una actualización de datos en mano que cientos de irregulares, fugaces y efímeras vivencias volando. El tiempo se ha quedado sin aroma.

El siguiente enlace con el video correspondiente:

https://youtu.be/Mpm0LMNb2Os


Bibliografía.

Byung-Chul Han. El aroma del tiempo. Herder. Barcelona 2018.

Wilhelm, Dilthey. Obras. Introducción a las ciencias del espíritu. Fondo de Cultura Económica, Méx., 1994.

Schleiermacher. Monólogos. Aguilar, Buenos aires 1980.

"El papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre". F. Engels. En Marx-Engels. Obras escogidas. Edit. Progreso. Moscú.


La experiencia maquinal e informacional está vacía de vivencia.


Préstame tu máquina del tiempo
Pues siempre te veo muy feliz
No seas egoísta, presta el cuento
Para así poderlo compartir

(Rodrigo González. La máquina del tiempo)


La experiencia maquinal e informacional está hecha a base de protocolos y programas que contienen las rutas que el usuario puede seguir en su navegación, proporcionando la sensación de que él dirige y elije el rumbo de por dónde quiere ir. Las alternativas, aquí, son caminos ya allanados, diría Hegel, por la marcha universal del espíritu. Semejante también a la creencia de los replicantes en la cinta de Blade Runner, de Ridley Scott a partir de una novela de Philip K. Dick, que sobre la base de una colección de escazas fotografías asumen que tienen una vida al modo de los humanos. 

Los Nexus 6, que son los replicantes o androides que han alcanzado un grado de desarrollo semejante al de los humanos, pronto advertirán que su vida se reduce a unos cuantos recuerdos y fotografías que el programador o desarrollador ha implantado en ellos. De idéntica manera, la existencia contemporánea no es más que el conjunto de experiencias maquinales e informacionales a las que el usuario se conecta día y noche. Experiencias vacías de vida, sin aroma de los recuerdos, del tiempo o la historia. En cierto sentido, al igual que los Nexus 6 o los replicantes coleccionan fotografías para certificar su existencia, en la actualidad maquinal e informacional los usuarios guardan documentos, fotografías, nombramientos, títulos, relaciones, colecciones, cadenas de recuerdos, series y temporadas repetibles y en perpetua actualización. Memorias usb, discos duros, celulares, Tablet, etc., son los depósitos de la experiencia maquinal e informacional desde se edifica la existencia. Rachel, el androide, en Blade Runner al momento en que Deckard le revela que su vida no es más que seis u ocho fotografías se desmorona. Tristeza infinita de la máquina y crueldad desmedida del hombre. Como la ansiedad e inquietud, pero también soledad y desganas en las que el usuario cae cuando no hay señal o se queda sin datos. Se le escapa la actualidad y la vida se le va.

Dentro de la experiencia maquinal e informacional, el presente se reduce a un pico de actualidad, Ya no dura. El tiempo se precipita como una avalancha porque ya no cuenta con ningún sostén en su interior. Esto es así, porque a decir de Chul Han, "En cierto modo la información está vacía de tiempo, o es intemporal en el sentido privativo. A partir de esta neutralidad temporal, la información se deja almacenar y emplear a voluntad. En relación a los recuerdos, estos se convierten en información o mercancías". Algo así como convertir una artesanía en mercancía. Se vacía a la mercancía del gran mundo de la vida, se le resta el carácter lúdico, se le anula el sentimiento, gozo y placer de producir un objeto que al mismo tiempo es útil para resolver una necesidad material y a la vez espiritual, contemplativa y bella.

Lo que se le retira a la a la artesanía al hacerla circular en el mercado cual mercancía es precisamente aquello que jamás la experiencia maquinal e informacional podrá poseer. vivencias. Lo cual para la mercancía no en ningún conflicto ya que la experiencia maquinal en informacional no es vivencia, si no experiencia a secas. Es lo mismo que vaciar al lenguaje de toda su profundidad mediante el terror de que si a las cosas se les llama por su nombre entonces los hablantes son objeto de largos años de cárcel o pena de muerte. Por estos días, está penalizado referirse a las acciones de invasión de un país a otro como invasión; hoy a las acciones bélicas está prohibido y penalizado nombrarlas como guerra. No es una invasión, no es una guerra la de Rusia contra Ucrania, pues las acciones desplegadas del ejército rojo no son acciones de invasión ni muchos menos de guerra. Bueno, el caso es que a la guerra ya no se le debe nombrar guerra, sino buenas acciones para la paz de los pueblos.

Efectivamente, resulta evidente que el mundo digital borra toda experiencia vital, dialéctica, hermenéutica y crítica, que son caracteres de la vivencia y de la historia. El lenguaje también poco a poco padece un proceso de adelgazamiento hasta llegar a sustituir toda la amplitud de la vivencia y de la expresión humana por esos caracteres digitales llamados emoticones o caritas amarillas que sustituyen la acción vivencial de la escritura. ¿Será esto el grado cero de la escritura al que se refería Roland Barthes? El caso es que la experiencia maquinal e informacional cada vez más anula la capacidad y función de la escritura en un individuo y en la cultura de un pueblo. La escritura, para Barthes es un enlace entre la creación y la sociedad, es la posición que un escritor sostiene y construye en relación con la historia y con las convenciones: un acto de conciencia, de responsabilidad, determinado cada vez más por los límites ideológicos de la época. Ésta claro que a la fecha de hoy o en este tiempo de la experiencia maquinal e informacional el lenguaje también ha sido pulido, limado, satinado o liquidado. De plano.

El lenguaje posee tres básicas y esenciales funciones: la referencial, esto es, la idea de que los conceptos se identifican con la realidad o las palabras con las cosas; la función gramatical, o sea, la sonoridad de la palabra, o bien la relación de sonidos que se combinación para producir un significado y la función semántica, es decir, el hecho de que un concepto pueda ser comprendido por las demás personas que compartan una misma lengua. Estas tres funciones, en la experiencia maquinal e informacional, son reducidas a una sola: la enunciativa e indicativa. En general a una acción de trasmitir información. Ordenar e instruir y si no se obedece, entonces viene la sanción o el descrédito. Las redes sociales están estructuradas operativamente sobre está línea la que el lenguaje humano ha sido acorralado.

En la distópica novela 1984 de Georg Orwell, los diccionarios año con año cada vez son más delgados, por tanto, menos extensos en razón de que el vocabulario y el lenguaje en general es recortado, por obra de la policía del pensamiento o por el "gran hermano" a una función meramente perceptual de obediencia estatal e institucional, el lenguaje como una función indicativa. Ordenes, instrucciones, mandatos, operaciones, etc. El resultado es la Neolengua. Una forma de lenguaje en la que ya no cabe la vivencia, es decir, el mundo, la verdad, ni muncho menos el ser. Algo muy parecido al lenguaje de la experiencia maquinal e informacional en donde no hay lugar para la dimensión de la expresión en toda la amplitud de la palabra. De alguna manera la experiencia maquinal e informacional, frente a la vivencia, prefiere el silencio de la escritura y en general de la expresión humana.

La vida recortada a base de notificaciones que la experiencia maquinal e informacional permanentemente envía a los usuarios implica que la total existencia sea reducida a meras experiencias en el ir y venir de los flujos de datos de información en la red una y otra vez. No hay vivencias en el timbrar de los celulares. Sólo experiencias condicionantes de comportamientos y conductas, al estilo de la psicología pavloviana de hace algunas décadas. Y pensar que todavía hay por ahí algunos sistemas educativos que siguen los criterios pedagógicos de este modelo de psicología rusa. ¿Será que los zares rusos y sus consecuentes actitudes tales como el fascismo e intolerancia, más todas las formas de violencia y de crueldad ... están de regreso y a la espera de sus republicanos y oligárquicos aliados occidentales? Llenaran la tierra entera otra vez, real y simbólicamente de sangre y de sombras.

Entonces, como bien hemos avizorado aquí en este viaje lo propio de la vivencia es la del tiempo largo, es decir, tiempo de la historia. Viajes largos con las ventanas y los cinco sentidos abiertos. Con la sensibilidad a flor de piel y la cordura de la razón por delante. Sin embargo, la sociedad tecnológica ha sustituido a la vivencia por la experiencia maquinal, informacional y digital, realidad en la que el pasado ni el futuro rozan, tocan o se enlazan ya con el presente. En la experiencia maquinal e informacional del tiempo, el presente expulsa o exilia al antes y al después. En el presente continuo de la información no hay vísperas de nada.

En cambio, la vivencia estaba llena de vísperas, pues había sorpresas y luces siempre nuevas que percibir, olores nuevos que descubrir, sabores desconocidos que paladear, etc. a pesar de todos los riesgos por afrontar y superar. En la experiencia maquinal e informacional de todos los días ya no hay viajes prolongados ni riegos que padecer. El corto plazo, el tiempo breve lo resuelve todo. Aunque el tiempo de conexión a los dispositivos electrónicos sean las 24 o 48 horas del día. Cuando el corto plazo, cada vez más estructural para los eventos de la vida contemporánea, desplaza a una praxis vinculadora a largo plazo, que sería, a su vez, una forma de final, aumenta la temporalidad, reflejada en el ámbito psicológico como angustia e inquietud abismal que provocaba terror, horror, temblor, pero también valentía de atrevimiento a caminar al borde del abismo o de plano dejarse caer para hallar al ser. La creciente discontinuidad, la atomización del tiempo, destruye la experiencia de la continuidad, pero también de la comunidad de sentido y autenticidad del ser.

Paradójicamente, en la vida conectada a las máquinas informáticas, reproductoras de experiencias idénticas, globales y mundiales, al tiempo continuo de la experiencia maquinal se le llama tiempo real. Tiempo de enlace del en vivo de la trasmisión en donde los individuos todos agrupados, clasificados y jerarquizados en diversidades meramente aparentes o encadenados a identidades vacías de vivencias y llenas de experiencias prefabricadas por datos y programas de lenguas viperinas todos son amarrados al chiste, al chisme, a la envidia y violencia del tiempo real de la información. Cortados en pedacitos con muy buenas tijeras, en la experiencia maquinal e informacional, los usuarios también quedan al acecho de las lenguas envidiosas y de todo aquello, así como canta Arturo Meza: que contenga ratas hocicudas, ranas, sapos y bestias asquerosas, víboras, lagartos y raros pajarracos de lenguas envidiosas. Lenguas aduladoras, lenguas mentirosas, lenguas criticonas, lenguas lujuriosas, lenguas perezosas.

Una transgresión al orden maquinal y digital que hoy en día tienen secuestradas a la sociedad entera y todo el conjunto de prácticas necesarias para insistir o fingir que tenemos un tiempo único, personal, diferente o propio o simular que todavía somos alguien, tiene que ver con el requerimiento y atrevimiento de "dar muerte" al tiempo real o dejar al mundo sin tiempo de la experiencia maquinal e informacional. Así como se dio muerte a Dios o se dejó al mundo sin Dios, quizás sea conveniente y hasta necesario volver a realizar un acto fundador y trasgresor como tal. Volver al tiempo de la serenidad y la paciencia. Tiempo de la solitaria madures y estimulante sabiduría, ahí donde se generaba sentido e identidad.

¿A caso la experiencia maquinal e informacional es una oportunidad para subvertir la gran sombra de la transparencia que mundialmente el imperio de la información hace manar de sus máquinas tecnológicas? ¿A caso, como en otras épocas, las condiciones materiales de poder, de domino y de control generan o producen sus propios elementos de destrucción? ¡Parece algo difícil, no creen ustedes! ¿Quizás, haya que colocarnos el saco para virar el rumbo de estos tiempos de la experiencia maquinal e informacional?

Subirnos de nuevo a la máquina del tiempo para girar o torcer el rumbo sin rumbo a la que la experiencia maquinal e informacional ha conducido a la existencia, sin duda es el gran reto de hoy. Tenemos la ciencia y tecnología para tal caso. Más, ¿Cómo provocar que la vivencia reconvierta a la experiencia maquinal e informática en una temporalidad en la que el pasado tenga peso sobre el presente y que el futuro lace al presente y lo jale hacia él? ¿Cómo hacer que el sujeto de la experiencia dé el salto de vuelta a la vivencia y al mismo tiempo sea capaz de permanecer abierto a lo venidero, a lo sorprendente e indefinido del futuro y aprender a reaprender del pasado histórico del ser?

¿Acaso sea que nos encontremos en esa situación de virar o de torsión del tiempo y del ser, a la que en lengua alemana se le llama "Verwindung", buscada por Heidegger por tonto tiempo para retornar a la ocupación de poetizar la existencia, aunque sea una labor inocente y de mayor peligro? ¿Será necesario salir del mundo para pensar el lugar de la experiencia maquinal e informacional? ¿Puede tener lugar un pliegue en el tiempo? ¿Vivenciaremos alguna otra vez el paraíso? ¿Oleremos sus delicias? ¿Podemos ser capaces de subirnos nuevamente a la máquina del tiempo para retornar o reconectarnos con el mundo creado y producido por las vivencias de todos los hombres? ¿Podemos revolucionar nuestro tiempo maquinal e informático? ¿Habrá tiempo en que habrá tiempo en el que dejemos de consumirnos en la ligereza de la temporalidad informacional del presente acontecer? Ojalá y así sea, antes de ser obligados a existir bajo el nuevo orden de realidad, en donde, por cierto, ya muchos se han instalado, interactúan social y económicamente a través de su avatar y dicen sentirse excelentemente: en el "meta-verso".

El siguiente enlace con el video correspondiente:

https://youtu.be/jeqLS0tS_V8


Bibliografía.

Byung-Chul Han. El aroma del tiempo. Herder. Barcelona 2018.

Wilhelm, Dilthey. Obras. Introducción a las ciencias del espíritu. Fondo de Cultura Económica, Méx., 1994.

Schleiermacher. Monólogos. Aguilar, Buenos aires 1980.

"El papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre". F. Engels. En Marx-Engels. Obras escogidas. Edit. Progreso. Moscú.