La estructura cultural y la estructura de la sensibilidad.

24.07.2022

Los contextos culturales poseen sus propios elementos, ejes y condiciones para generar sus representaciones y horizontes de comprensión. Así, a groso modo, todo contexto cultural posee, a saber: a) dispositivos comunicacionales con los que la sociedad da lugar a sus formas de convivencia y de acción comunicativa; b) orden o jerarquía de sentidos (sensoriales), que, dependiendo del primer elemento o eje, sería tal jerarquía; c) categorías epistémicas mediante las que se representa y valida las formas de conocimiento, y; d) posición valorativa, tanto ética y estética, del sujeto en el mundo.

Cuatro son las funciones naturales del ser humano que se conjugan en la percepción, que es resultado del concurso de los sentidos, las emociones, el pensamiento y la expresión. El hombre es el único ser que realiza un acto total de percepción, al que también podemos denominar como sensibilidad o subjetividad. En el entendido de que la subjetividad es el modo dable de ser del hombre en el mundo, o sea, como el conjunto de acciones de sentir, de representar y de expresar y finalmente de actuar en el mundo por parte de un sujeto. El trabajo de la sensibilidad no sólo tendría una dimensión estética sino también epistemológica y ética puesto que constituyen la manera en que los conceptos ponen de manifiesto sus contenidos respecto a la forma común de ser y el modo individual de existencia.

Dada la condición histórica de los procesos de percepción se puede afirmar que la sensibilidad implica, a la vez, la "forma común de ser" y el "modo individual de existencia". Lo que todos tenemos en común, lo que nos hace ser hombres y por lo que nos identificamos de manera inmediata unos a otros, es el hecho de que no somos idénticos, de que nuestra sensibilidad no es uniforme ni definida de una vez y para siempre de manera homogénea y cerrada. Lo que indica que las manifestaciones de la sensibilidad portan los contenidos culturales que una determinada época produce.

El enlace de las dos estructuras.

Las formas de vida humanas se desarrollan necesariamente a partir de las condiciones objetivas propias de cada estructura cultural, pero también se modifican por interacción con la estructura subjetiva de la sensibilidad. Lo que denota que la actividad artística o pedagógica, por ejemplo, modifican los contextos culturales. Por supuesto, la impresión inmediata y general es que hay una prevalencia de que la sensibilidad estaría en dependencia directa con el grado de progreso de la estructura cultural. Obviamente, tal afirmación, es polémico y no hace más que transferir la vieja discusión sostenida largamente en la historia de las ideas, principalmente en el ámbito filosófico, por ejemplo, entre materialismo e idealismo.

Lo cierto, es que no hay conceptos, del tipo que sean, al margen de la estructura cultural de una sociedad, y, por otro lado, no puede haber innovación de categorías y postulación de novedosos cánones o improntas que reconfiguren la vida cultural de la sociedad, si no es a raíz de que la sensibilidad produce nuevos horizontes de comprensión. Por ejemplo, las perspectivas positivistas, analíticas, fenomenológicas, vitalistas, hermenéuticas, etc., son muestra de la prolífera capacidad de reacción y de innovación de la sensibilidad, frente a las orientaciones del idealismo absoluto.

Por supuesto, sin omitir que, que la cultura ha estado sostenida, en lo general, por grupos que hacen prevalecer sus perspectivas religiosas, científicas, artísticas y filosóficas, además de las políticas y las económicas, gracias a que son ellos quienes, administran la estructura cultural, por lo que entonces justifican y legitiman las pautas o nociones sobre la verdad, la bondad y la belleza. Marx pensaba que las ideas dominantes son la expresión de la clase social dominante. Si, bien, tal expresión puede ser verdadera o falsa, es histórica. Se sigue de esto que las nociones de belleza que se elaboran en cada cultura también tengan intereses políticos y económicos. Los qué en muchos casos, direccionan los horizontes de significación de los conceptos. 

Sobre la naturaleza del concepto de belleza.

Sin dejar de reconocer el peso de la estructura cultural sobre la capacidad humana (sensibilidad) de elaborar conceptos, la naturaleza del propio concepto sobre la belleza es diversa, plural y diferencial. Claro, es lógica en cuanto a su forma, pero de contenidos y horizontes culturales distintos. Incluso en una misma época, pues ninguna sensibilidad es idéntica, como tampoco lo es una edad cultural a otra. Quizás, frente a la belleza haya que decir que no hay conceptos únicos sino solamente interpretaciones, ante lo cual una evidencia sale a flote, la certeza de que el ser humano tiene necesidad de dar cuenta de su experiencia frente a lo bello. Independientemente del horizonte cultural. O sea, y esto es irrefutable, hay comunidad o acuerdo en que la belleza se hace presente en el acontecer humano y desacuerdo en lo que ésta pueda ser. Acuerdo en el problema y desacuerdo en la teoría.

Salen al paso muchas ideas acerca de la belleza en el despliegue cultural de la sociedad. Esto está claro. Sin embargo, no es posible aislar la idea de belleza de los nexos que guarda con respecto al fondo, mitológico, religioso, ontológico e incluso epistemológico a los que ha estado relacionados, antes de quedar ligada exclusivamente al horizonte o fondo estético. Llegó un momento dado, en la cultura, particularmente durante la modernidad, la necesidad de definir a la belleza desde una disciplina que tuviera como campo y objeto de análisis al fenómeno de la belleza, lo que implico hacer refugiar a la belleza en el campo de las expresiones artísticas. Nacía la estética. Disciplina filosófica, que al modo de la lógica (su hermana mayor) se le pedía procediera en su análisis del objeto artístico y del fenómeno de la belleza.

Quienes más o menos tengan una idea del desarrollo de la filosofía, saben que fue, en su tesis sobre Reflexiones filosóficas de la poesía, Alejandro Baumgarten (1714-1762), quien el contexto de la Ilustración alemana, hizo la sugerencia de que las cualidades de belleza en los objetos artísticos, bien podrían ser analizados desde la estética, como una disciplina nueva de la filosofía. Claro, al respecto habría mucho que opinar, pues, pareciera que desde su origen la estética ha nacido coja o acotada, debido a que propicio la reducción de lo bello a lo puramente conceptual artístico. La belleza como tal, lo mejor sería reconocer, no puede ser conceptualizada, al modo en que proceden los silogismos, pues, la belleza, al ser sensibilidad del lenguaje, es, como un laberinto al que se ingresa mucho mejor desde la metáfora, pues ahí, la belleza es tembloroso conocimiento que revela, funda y crea. De esto, es de lo que se queja mucho Nietzsche, cuando dice que el concepto, retira todo misterio, enigma y acertijo de la realidad [1].


[1]. Cfr. Nietzsche. De la verdad y la mentira en sentido extramoral...