El juego: entre el azar y el destino

24.07.2022

En el juego cada uno es cada cual.

 "El jugador sabe muy bien lo que es el juego, y que lo que hace «no es más que juego»; lo que no sabe es que lo «sabe»" (H-G. Gadamer)


¿Por qué el ser humano se abandona al juego? ¿Por qué en el juego cada uno es cada cual, esto es, tal y como somos? ¿Será porque el juego es parte del proceso esencial del despliegue de la existencia humana en todas sus manifestaciones mitológicas, culturales, religiosas, lingüísticas, lúdicas de las sociedades? Al abandonarse al juego el hombre se pone en la vera del camino o en la senda del azar y del destino. Así como la realidad juega con los contrastes de luces y sombras de la totalidad de seres, materiales e inmateriales, con sus movimientos y danzas indescifrables e impredecibles, el hombre se fascina y se deja seducir por la cosa del ser y no ser que lo impulsa a dejarse ir en el modo de ser del juego: con sus determinaciones e indeterminaciones, en la apertura y estrechez de las reglas del juego. La vida es juego del modo de ser del hombre. 

Dijo alguna ocasión Diego Armando Maradona: Estamos como estamos, porque somos como somos. Frase directa, contundente y cierta. Verdad simple, acabada y a la vez difícil de explicar. Estar y ser, cuestión más profunda y digna que afronta el hombre en la vida. Todavía mucho más extraña, enigmática y compleja es la interrogante ¿Quién da el ser? ¿Quién hace el estar? De la montaña, de rio, del agua, de la luz y del hombre mismo. Muchos opinarían que Maradona no tendría ánimo y tiempo como para reflexionar, meditar o preocuparse y ocuparse de cuestiones de esta calidad, debido a que la búsqueda de fundamentos y explicaciones a semejantes interrogantes, se localizan en el campo de la actividad científica, religiosa y filosófica y no del juego como el fútbol, por ejemplo. 

Si fuera cierto que las respuestas a las cuestiones más primigenias de la existencia se formularan solamente desde los grandes relatos o discursos, o bien, desde las formas más sublimes de hablar, luego entonces, en efecto, habría que aceptar que las respuestas se encuentran fuera del alcance de la comprensión, de cualquier ciudadano común: como todos nosotros. 

Por supuesto, al igual que los intelectuales, los sabios y los científicos, las personas de a pie, también meditamos, reflexionamos y ocasionalmente especulamos acerca de los misterios, enigmas, secretos, verdades y sentidos de la vida. Por supuesto que tenemos dudas y certezas; también nos sorprendemos, maravillamos y admiramos por nuestro ser, estar y hacer en el mundo día a día. También nos preguntamos si lo que acontece en el mundo está gobernado por el azar o por el destino. 

Si por un momento prestamos atención o si vamos a la esencia de la actividad y condición en la que Maradona se hallaba día a día, entonces podemos advertir que muy bien sabía lo que decía, puesto que lo que hacía no era otra cosa, ni más ni menos, que estar y ser en el modo de ser del juego

Si alguien podía reportar la experiencia de la esencia del juego con certeza absoluta, era Maradona, Messi o Pelé, Ronhaldiño y Johan Cruyf, en el asunto del fútbol. Jugar era la principal ocupación y diversión de ellos. Jugar era su trabajo, pero también su arte, su técnica, ciencia y estilo, su razón vital de ser y estar en el mundo; una y otra vez estos grandes deportistas, dotados, disciplinados y enamorados de su quehacer repetían la improvisación debido a que en el juego ellos eran los más serio y responsable, tanto de sus compañeros como de los contrincantes. Tenían y había respeto por su actividad. 

Para Edson Arantes, Para Diego y para Lionel, el juego era cosa o asunto de todos los días. Por tanto, el juego colmaba y le daba sentido y plenitud al día de estos inmortales jugadores, en algunos casos, gladiadores. Honor, lealtad y respeto hacia el público y hacia su arte son las cualidades y valores de los jugadores que en libertad se dejan llevar por el juego. Se divertían confeccionando artesanías cada día y en cada juego creando obras de arte para el público presente y televisivo. 

Seguramente, Maradona ignoraba que al expresar estamos como estamos, porque somos como somos, hacía referencia al fundamento ontológico de la existencia y, desde luego, no se colocaba en una posición fenomenológica o actitud hermenéutica al modo en que suelen proceder los filósofos, los religiosos, los artistas y los científicos cuando plantean y discuten a profundidad tales fundamentos. 

Facultades físicas, habilidades en los movimientos, destrezas mentales, así como actitudes plásticas son ejecutadas por los jugadores, aunque en opinión de Hans-Georg Gadamer el juego, más allá del contexto de la experiencia del arte, ella es, más allá del comportamiento o del estado de ánimo del que crea o del que disfruta e incluso, más allá de una subjetividad que se activa así misma ... el juego como modo de ser de la propia obra de arte: el juego como juego [1]. Por lo que, según esto, en palabras simples, el hombre existe en el modo de ser del juego. Condición de la cual Maradona, al igual que todos los demás grandes jugadores, únicamente tenía intuición y para nada requería de especulaciones explicaciones teoréticas. 

Algo de lo que el sentido común da cuenta es que estamos y vamos con el día y si el juego es la razón por la cual las cosas son en tanto que son y en tanto que no son, como se pensaba en la antigüedad arcaica griega, resulta que desde el origen, comienzo o principio de todo: caos, cosmos, universo, naturaleza, etc., y evolutivamente como humanidad en tanto género y en tanto especie por más que quisiéramos no podemos ser distintos a como hemos sido, somos y seremos. 

Si algo distinto a nuestra naturaleza fuera posible, entonces, el hombre permitido tendría doblar a los dioses del azar y del destino. Seríamos capaces de romper los hilos de la casualidad y cortar las cuerdas de las determinaciones a las que la existencia humana se encuentra amarrada, y esto, desde luego no es fatalidad. Simplemente es la cancha en la que al hombre le ha tocado jugar. Tal vez, Maradona siempre tuvo la razón en eso de que es "la mano de Dios" la que pone a cada uno en su lugar. Ya como azar, ya como destino, pero siempre en el modo de ser del juego

El mismo Gadamer, en su texto de Verdad y método, señala que: el modo de ser del juego no es tal que, para que el juego sea jugado, tenga que haber sujeto que se comporte como jugador. Al contrario, el sentido más original de jugar es el que se expresa en su forma de voz media. Así por ejemplo decimos que algo "juega" en tal lugar o en tal momento, que algo está en juego [2]

Lo anterior, significa que Gadamer reconoce a todas luces el primado del juego frente a la conciencia del jugador. En otras palabras, el jugador que participa en un juego lo que alcanza es a darse cuenta (advertir) es que se halla inmerso en una ordenación en la que el vaivén del juego lo acoge totalmente, por lo que no opone resistencia alguna. 

Es un hecho. El jugador se entrega sin esfuerzo por entero al juego. Se columpia en el arco del vaivén de la dinámica de las situaciones. Podemos llamar a esto, gozo, placer, deleite, fascinación o impulso que hace seguir al jugador las pautas del juego o dejarse mecer por el ritmo de las acciones o acontecimientos. En general, el jugador se deja llevar por el juego. Se pone a disposición de la danza y magia de los incidentes, no se propone el control milimétrico de cada movimiento o desplazamiento, aun cuando se requiera de conciencia y lucidez en todo juego. El jugador se divierte en su pensamiento y en su corporalidad. 

Así como nos dejamos llevar por el día. Es la atracción del juego. Es el encanto y hechizo del juego el que provoca que el jugador se entregue totalmente con pasión y cautela. Quizás debido a esto se tenga la impresión de que antes de cualquier actividad humana, como el sentir, pensar y expresar el juego sea el principio o fundamento donde el quehacer de lo humano se despliega. 

Cuando a nuestra mente adviene la pregunta de cuál sería el rasgo distintivo del ser humano, por lo regular asumimos que el pensamiento, el lenguaje, el trabajo, etc., En efecto, el hombre hace suya la naturaleza y la pone a su servicio para procurar la sobrevivencia, mediante la acción reflexiva de la conciencia y la actividad práctica del trabajo. Esencialmente, la actividad de representación abstracta de la realidad y la transformación consciente de la naturaleza se constituyen como acciones civilizatorias. En esto están de acuerdo antropólogos y sociólogos, economistas y filósofos. 

A decir de Johan Huizinga las tres grandes actividades genuinas de la vida cultura, son, a saber: el lenguaje, el mythus y el cultus. En estas tres actividades tiene también cabida el juego, afirma el filósofo holandés en un discurso titulado Acerca de los límites entre lo lúdico y lo serio de la cultura, en donde, contundentemente pronuncia que antes de que el hombre sea homo sapiens u homo faber, es homo ludens. Lo cual, postula que el juego es base de toda actividad cultural. 

Sin duda, para Huizinga, el hombre es un ser que habita: siente, crea, produce y se expresa lúdicamente en el mundo. O sea, el hombre es un ente que juega y se divierte; un ser al que le resulta agradable lo que hace o deja de hacer; que goza con lo que produce; que se complace con lo que emprende y concluye; que se recrea con lo que sueña y materializa. El hombre juega el juego de la vida. El juego, por su naturaleza, hace entrar en interacción a las personas: enlaza y desenlaza en donde, el jugador sabe que en todo juego se juega a algo en base a reglas e instrucciones aceptados y en cierto modo elegidos por el jugador. Para Huizinga el juego, además de su condición ontológica posee caracteres sociales, morales, religiosos y políticos. 

El juego es competición de acuerdo a reglas y leyes. Los jugadores saben bien que hay principios y normas básicas que es necesario respetar, pues si no fuera así, entonces el juego pierde su esencia y honorabilidad. Y esto, a su vez, habla muy mal de cada jugador. Según Gadamer, nuevamente, señala que "Las reglas e instrucciones que prescriben el cumplimiento del espacio lúdico constituyen la esencia de un juego" [3] 

Se sigue, entonces, que el juego también es lucha y acto de drama entre jugadores, el espacio y reglas de juego. Sin tensión, sin oposición, sin contradicción, es decir, sin contrincante, sin oponente o sin otros competidores los juegos no realizan su esencia. Claro, es necesario reconocer que hay en el juego una intencionalidad de esquivar, bromear, superar, evadir, pero jamás de engaño o de acto de trampa. Si el engaño se hiciera pasar como una regla del juego, entonces, eso sería no respetar el juego y si acto de bajeza o de deshonor y hasta canallada y agandalle. 

El juego es representación o expresión. Toda la pasión, el deseo, el instinto, así como las creencias y aspiraciones, anhelos y frustraciones danzan a la hora del juego. Tristezas y alegrías se vacían o se canalizan en las acciones pensadas y realizadas e incluso hasta soñadas anticipadamente al tiempo de juego. Nada grande se hace sin pasión. El ejemplo son esos personajes históricos que son capaces de representar y de expresar el espíritu de toda una época y con ello los anhelos y aspiraciones de los de más individuos. Hegel decía, al respecto: Los grandes individuos en la historia universal son, pues, los que aprehenden este contenido universal y superior y hacen de él su fin, son los que realizan el fin conforme al concepto superior del espíritu. En este sentido hay que llamarlos héroes [4]

El jugador, tanto como el personaje histórico, pero entonces también el artesano, el trabajador, las personas de la calle, etc., crean su espacio propio y efectúan su personalidad en el trascurso de los incidentes del juego, es decir, cada jugador se expresa en su auténtica forma o manera de ser, mejor conocido como estilo. Y el estilo es el medio de expresión de tal y como somos. Cada uno es como es en las acciones, aunque se pretenda imitar a otros.  El estilo, que es único y para toda la vida, se forma, se gana y se domina al paso de la experiencia. A veces en condiciones adversas. Es sello de identidad e individualidad, a la vez que capacidad para formar parte de un grupo o de integrarse a la colectividad y hacer conjuntamente las cosas o lograr objetivos comunes. Sin estilo no vale la pena jugar. Sin estilo, tal vez la vida no sea bella. También. Como dice Hegel: Es la verdadera relación del individuo con su sustancia universal [5]

El juego es una especie de convivencia de los estilos o de diferencia de las personas. Todos podemos ocupar una posición, pero jamás desempeñarla igual que otros. Si así, fuera, entonces no seríamos nosotros tal y como somos. Seríamos inauténticos y para nada disfrutaríamos del juego o del hacer. Podemos ser iguales en competencias y habilidades, destrezas y capacidades, pero nunca en estilos o modo personal de realizar las cosas. Igual que nadie piensa por otro. El pensamiento como el estilo, el sentimiento como la creatividad son propias y únicas. Pertenecen a cada individuo y son los medios de convivencia y de comunicación con todos los demás. 

El juego es diversión. Acto dramatúrgico o teatral. Desde los protocolos hasta la personalidad e indumentaria o uniforme de los jugadores el juego tiene comienzo. Según Gadamer, lo que hace que el juego sea enteramente juego no es una referencia a la seriedad que remita al protagonista más allá de él, sino únicamente la seriedad del juego mismo. El que no se toma en serio el juego es un aguafiestas termina diciendo el pensador alemán.  Por ello es que la seriedad del juego va desde el uniforme o desde el estilo de cada jugador o equipo. Se puede afirmar que el juego como diversión y seriedad también es identidad e integración, es decir, sentimiento y pasión por pertenecer a un grupo o comunidad con la que uno se identifica por sus valores y por efecto de la aceptación de tal y como somos. En el juego uno es tal cual. 

Por supuesto, las fricciones, que no faltan en las comunidades o grupos, se liman mediante el diálogo, evitando con ello la des- criminación. El juego reúne y supera las exclusiones, pero hace prevalecer las diferencias y diversidad. El juego es esencialmente un lugar de hospitalidad de las diferencias individuales. 

Los mejores jugadores son quienes asumen al juego desde la actitud de honestidad, respeto y lealtad por las reglas, valores y por la integridad de los oponentes. Tal vez, ahí este el secreto e incluso el acto sagrado de todo juego. El jugador sabe de las reglas y conoce técnicas, tácticas y estrategias del juego, ahí no hay inocencia alguna, pero se encomienda a lo divino para ser favorecido en fortuna o en suerte a la hora de la lucha, competencia o partida. 

¿Cuántos no todos nosotros no nos persignamos o rezamos antes y después del partido? Incluso como espectadores ponemos en marcha manías o cábalas para que le vaya bien al equipo de nuestra preferencia.

Puedes acceder al video correspondiente en el siguiente enlace:

https://youtu.be/wKm3BXGJBhM

Bibliografía:

Huizinga, Johan. Homo Ludens. Alianza edit. Madrid 2017.

Hizinga, Johan. Acerca de los límites entre lo lúdico y lo serio en la cultura. Casimiro. Madrid 2014.

Gadamer, Hans-Georg. Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Sígueme. Salamanca, Esp. 1991.

Bibliografía. Hegel. G.W.F. Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Alianza Universidad. México 1980.

Jacque Monod, El azar y la necesidad (ensayo sobre la filosofía natural de la biología moderna). Planeta. México 1996


[1] Gadamer, Verdad y método, p. 143

[2] Gadamer. Verdad y método, p 146.

[3] Gadamer. Verdad y método, p 150.

[4] Hegel. Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, p. 91.

[5] Hegel. Lecciones sobra la filosofía de la historia universal, p. 92.


Entre el azar y el destino: el juego.

El género humano se queja sin razón de su naturaleza, de que, siendo débil y de duración corta, sea regida por el azar más bien que por la virtud.

(Salustio)

El mundo es un caleidoscopio. La lógica la pone el hombre. El supremo arte es el del azar. (Miguel de Unamuno)

Si bien la naturaleza del juego y su vinculación con el quehacer cultural, moral y social del hombre sobresalen como características, es evidente que algo más esencial las precede: el azar y el destino. Desde las civilizaciones más antiguas se dice que azar y destino todo le dan y todo le quitan al hombre. Desde que la rueda del ser y del estar se destrabaron, azar y destino juntos han rodado; son potencias, fuerzas o dioses que a todo le imprimen un telos, es decir, impulso, dirección o trayectoria, ya de modo inesperado o bien de manera predeterminada. El juego, pleno de azar y destino, es una realidad donde no hay distinción entre el ser y el pensar puesto que lo mismo es el ser del pensar que el pensar del ser. Lo mismo que no hay distinción entre ser y jugar. 

Cuenta Gadamer, al igual que el propio Huizinga, que el significado original de la palabra alemana spiel signifca juego, danza, en donde el juego hace referencia a un movimiento de vaivén que no está fijado a ningún objeto en el que tuviera su final -el juego- [1]. Vaivén también es oscilación, subida y bajada. Como la suerte y la fortuna. El juego como el día son la pura realización del movimiento o del vaivén entre azar y destino. Para los presocráticos el vaivén no sería más que la contradicción o el cambio como principio de continuidad o de permanencia de todo ser. Si esto es así, entonces, el juego y el día son más antiguos que la lengua y la cultura, como ya lo hacía saber Johan Huizinga.

El día y el juego en oscilación perpetua entre lo serio y lo lúdico. No olvidar lo central que es para Huzinga la dualidad de lo serio y lo lúdico. Según el autor del Otoño de la Edad Media. "el término juego gana en definición gracias a su contrario, que al mismo tiempo lo completa: la idea de lo serio", al modo como se complementan los contrarios, a decir de Heráclito, o en este caso, azar y destino. Azar y necesidad exclamaría el biólogo celular Monod. Jacque Monod reconoce, como clave de la vida, el proceso interactuante del sistema viviente entre lo condicionado e incondicionado de las fuerzas cósmicas y tendencias de la naturaleza. De esta idea presentado por Monod en su famoso libro El azar y la necesidad habría que reconocer su aporte al pensamiento contemporánea al explicar la realidad desde la condición circunstancial o azarosa que parece deslindar la creación humana de leyes reversibles; por otra parte, el carácter proyectivo de los seres vivos y particularmente el del ser humano en quien una y otra condición parecen converger en el destino evolutivo de su especie: uno biológico y otro cultural, y una tercera opción bio-cultural contrapuestos a la direccionalidad lineal que hasta entonces privaba como perspectiva de toda explicación científica sobre la evolución humana. 

Al azar se le concibe como todos aquellos hechos cuyas causas no siguen una pauta definida, y en algunos casos, las causas no pueden demostrarse o explicarse. El azar es imprevisto, contingente y fortuito, para bien o para mal. También como suerte ha sido definido. Por su naturaleza espontánea y aleatoria el azar llena la vida humana de mudanzas y trasformaciones. Jamás el azar es idéntico y siempre al borde del abismo mantiene a la vida. El azar, dentro del juego, representa los aspectos no serios de la vida humana. Es decir, el juego radica en que tiene un carácter abierto e indeterminado, impensado o donde nada hay escrito al respecto. 

Las acciones irracionales que en un juego se pueden presentar, independientemente de las reglas, causan una especie de hechizo, seducción y excitación, tanto en el jugador como en el espectador; de pronto, todo es un espectáculo. Lo malo de ello, es que hay quienes se aprovechan de este factor y hacen del juego mero espectáculo y un gran negocio. Cuando así sucede, como en los demás aspectos de la vida: educación, salud, trabajo, diversión, etc., entonces el juego se convierte un medio eficaz de control, dominio y sometimiento de las sociedades. Las empresas trasnacionales de comunicación e información dedicadas a la producción de diversión e industria del espectáculo, son las principales beneficiadas y a las cuales para nada les importe la esencia del juego. Lo mismo que cuando el juego se vuelve una guerra y la guerra un juego. Lamentablemente convertir el juego en una guerra y la guerra en un juego es la profesión y negocio de muchos estadistas, o sea políticos, que consagran su nefasta existencia a la producción de la violencia, nada más, por unos cuantos pesos y sobre la muerte de millones de seres humanos. 

Por su parte, el destino, pareciera refutar o ser contrario al azar. Por destino se entiende una fuerza sobrenatural que de antemano determina todos los acontecimientos en la vida del hombre. Equivale a las reglas que todo juego tiene y que no se pueden evitar o violar. Tanto en la mitología como en la religión la trayectoria de los hombres depende de los dioses del destino. Se ha visto al destino como una potencia de justicia suprema que gobierna el mundo, donde lo más sabio es seguir el orden de la naturaleza y por supuesto, el consejo de los dioses. El destino tiene un carácter religioso; aparece como providencia que predetermina todo acontecer, tanto del mundo natural como del mundo humano; asimismo, la trayectoria de un individuo como la de un pueblo trazada de antemano está por la providencia. Atados a lo predeterminado estamos y vamos, y, sin embrago, hacemos nuestro propio destino por obra del albedrío o libertad. Frente al destino el jugador no pude cruzarse de brazos; es cierto, puede resignarse, pero también puede disfrutar de los sucesos o contribuir a que estos se aceleren. 

El destino no se realiza si no hay activad libre por parte del sujeto. Vaya problema humano, que no vamos a resolver aquí. Mientras tanto, como sea, azar y destino, son inevitables. Ambos son consustanciales y entre uno y otro se sitúa la vida humana. La vida cuyo rasgo principal es la variación, la diversidad y la novedad. Como el propio juego: original, espontáneo e irrepetible, la vida es. Es cierto, terrible y hermosa a la vez. En ocasiones, el juego se convierte en el mero pretexto para integrarse a un grupo o comunidad simplemente porque se busca el bienestar. Tal vez, para para redondear este carácter de diversión del juego, se tenga que decir que habría que extender el rasgo de divertimento a la cualidad de servicio. Es cierto, jugamos, formamos un equipo, nos reunimos después del juego. Quizás convenga no dejar las cosas nada más ahí. Hay que dar un salto hacia la oportunidad de servicio hacia los otros. Nunca esta demás, involucrar a nuevos jugadores, en principio echándoles la mano en lo que puedan necesitar. Jugar también es acción de desprendimiento y de donación. Hay que evitar ser jugadores solitarios. Jugar es también un acto de solidaridad con los más necesitados. Vinculado el juego está siempre al desarrollo social de las comunidades. No las dejemos solas. 

Huizinga, en la parte final de su texto Homo Ludens al referirse a lo lúdico en la cultura actual pone énfasis en cómo cada vez más el juego, al identificarse con el deporte, se hace cada vez más tecnificado y serio. Demasiado serio. Nos recuerda que en las culturas arcaicas las competiciones formaban parte de las fiestas sagradas. Eran imprescindibles, según Huizinga, en calidad de acciones de efectos santos y salvadores. En el deporte moderno, la conexión con lo culto ha desparecido por completo. Textualmente pone de manifiesto Huizinga: El deporte no tiene ningún carácter sacro ni vínculo orgánico con la estructura de la sociedad aun en el caso en que un gobierno obligue a su práctica. ¿Pueden, imaginar lo que sería hacer deporte por obligación o mediante la coerción de alguna ley que de no obedecerla alguna sanción mereceríamos o multa tendríamos que pagar o al tambo iríamos a parar? 

Más allá de los aspectos metafísicos, culturales y sociales del juego ¿Qué queda después del juego? En el caso de aquellos juegos que se realizan colectivamente o en equipo e independientemente al triunfo, al empate o a la derrota e inmediatamente al juego, lo que aflora es tristeza o alegría; rememoración o recreación de la vivencia es lo que se pone de manifiesto en diálogo alrededor de un refrigerio y de una bebida, en un parque o en casa de alguno de los jugadores si no es que en la calle misma. Tradición esta, que como en las comunidades primitivas y paganas, que alrededor del fuego danzaban, gritaban y celebraban en acto mágico su relación con el cosmos y la convivencia con los semejantes, al tiempo en que los miedos, temores y temblores frente los dioses y demonios encarnados en las fuerzas naturales se disipaban paulatinamente. 

Alrededor del convivio después del juego, se gane, se empate o se pierda, la relación entre los compañeros se vuelva más estrecha y respetable. De ahí la importancia de no jugar solos, puesto que entonces no habría fluir del espíritu creador e innovador de los jugadores, a pesar de que Gadamer escriba lo siguiente: Para que haya juego no es necesario que hay otro jugador real, pero siempre tiene que haber algún "otro" que juegue con el jugador y que responda a la iniciativa del jugador con sus propias iniciativas. Por ejemplo, el gato elige para jugar una pelota de lana porque la pelota de algún modo juega con él, y el carácter inmortal de los juegos de balón tiene que ver con la ilimitada y libre movilidad del balón, que es capaz de dar sorpresas por sí mismo. Si bien tiene razón Gadamer, es imposible prescindir de los aspectos de colectivos, culturales, morales y sociales del juego. Aburrido es jugar solos, como también aburrido es cuando el juego se vuelve deporte o, mejor dicho, el deporte deja de ser juego. 

El deporte ha consumido los aspectos lúdicos del juego. Lo que significa, a decir de Huizinga, que el juego se ha hecho demasiado serio, y el estado de ánimo y de divertimiento propios del juego han desaparecido más o menos de él. Bajo una mirada ético-política, si miramos detenidamente quiénes son nuestros representantes o ministros de cultura y de deporte, podemos percibir con toda claridad que ellos hace mucho tiempo dejaron de jugar. Deportistas que renunciaron a la esencia del juego e incluso muchos de ellos se hicieron deportistas profesionales simplemente para obtener una beca y un altísimo sueldo a costas de nuestros impuestos. En fin. Ojalá y todos nosotros jamás salgamos del juego. Mientras sigamos estando con el modo de ser del juego, seguramente oscilando entre el azar y el destino obraremos en todas nuestras habilidades y capacidades para mantenernos ahí como personas-jugadores. Sin importar cuando empieza o donde termina el juego.

https://youtu.be/yL4ftVgIvQM


Bibliografía:

Huizinga, Johan. Homo Ludens. Alianza edit. Madrid 2017.

Hizinga, Johan. Acerca de los límites entre lo lúdico y lo serio en la cultura. Casimiro. Madrid 2014.

Gadamer, Hans-Georg. Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Sígueme. Salamanca, Esp. 1991.

Bibliografía. Hegel. G.W.F. Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Alianza Universidad. México 1980.

Jacque Monod, El azar y la necesidad (ensayo sobre la filosofía natural de la biología moderna). Planeta. México 1996.

[1] Gadamer. Verdad y método, p. 146.